jueves, 16 de agosto de 2012

LA MORAL INDIVIDUAL FRETE A LA MORAL COLECTIVA


Formar parte de una sociedad implica perder hasta cierto punto nuestra identidad para cedérsela al grupo. Y estas “pequeñas partes” de cada uno conforman la personalidad social. Es imposible por tanto, desentenderse del resto, porque incluso este comportamiento pasa a formar parte del conjunto de la sociedad, y además, es propiciado por la misma.

En efecto, el precio por formar parte de un grupo es renunciar a ser uno mismo (hasta cierto punto), adoptando la moral e incluso los comportamientos resultado de todas esas partes de cada individuo. Así es cómo se genera una moral consensuada. La que todo el que pertenezca a esa sociedad tiene que aceptar.

Desde el principio de los tiempos llevamos viviendo en sociedad, y por tanto este hecho está tan asimilado que es inconsciente. Aceptamos la realidad moral social como si fuera nuestra, compartimos su ética. Estamos integrados completamente. Incluso la sensación de no encajar en la sociedad en la que se vive, no tendría sentido sin la sociedad en sí. Pertenecemos al grupo. Somos parte de él. El grupo se refleja en nosotros queramos o no.

Esta globalidad moral, seña de identidad de la sociedad a la que pertenece, y sin la cual no tendría sentido, en realidad es ajena a nosotros. El individuo no la ha desarrollado ni sometido a raciocinio, simplemente la ha aceptado, de lo contrario el grupo lo rechazará. Por tanto es de suponer que cada individuo tenga su propia moral, su propia manera de pensar, al margen de la sociedad que lo acoge. Y en más ocasiones de lo que se piensa (sólo hay que ser sincero con uno mismo para ello) está en conflicto con la ética social.

La manera de actuar, las opiniones, nuestra visión del bien y el mal, los deseos, nuestros gustos… todo, aunque no lo creamos, está bajo el prisma de la moral. Si encajan o al menos, no desentonan en la sociedad en la que vivimos, entonces no nos importa darlos a conocer. Pero si no… se convierten en secretos. Y todos tenemos secretos.

No se puede negar que todos los individuos adolecen de doble moral. El comportamiento individual, y el colectivo no es el mismo. Lo que vale para uno, no vale para la sociedad en la que vivimos. Lo que se condena en público, se hace en soledad. En las relaciones sociales todo el mundo es un modelo de moral y “buen comportamiento”. Pero incluso esta hipocresía más o menos aceptada, es parte de nuestra forma de vida.

Esto es extrapolable a la moral social. El mundo tiene su propia moral, y cada sociedad de adapta a ella aplicando “raseros” diferentes en relación a la misma situación en función de los intereses que haya en juego. Lo vemos todos los días en televisión.

Negar que un individuo por sí solo, piensa, actúa, siente de manera diferente a como lo hace entre sus iguales, e interpreta en más o menos medida un papel en la sociedad, ocultando lo que cree o sabe que no será aceptado, es negarnos a nosotros mismos y negar nuestra forma de vivir en sociedad. Negar que un país, o grupos de países, se envuelve en la bandera de una moralidad “ideal”, pero cometen barbaries por acción u omisión… es negar el funcionamiento mismo del mundo.

Cada uno sabe… “aquello que sólo él sabe”. Cada uno conoce sus deseos que nadie más conoce, y los satisface… si puede. Cada uno tiene gustos… incómodos tal vez, que no encajarían en la sociedad en la que vive. Y todo esto es una obviedad tan evidente que todo el mundo, de alguna manera, hace que no conoce; porque ¿quién es estandarte de la moral de papel de una sociedad? Nadie.

Lo que hay que preguntarse es, que si la moral de una sociedad es de trapo, y sólo representa un comportamiento teórico, ¿es la mejor que se puede adoptar? ¿Podemos avanzar hacia sociedades mejores partiendo de una moral que se desmorona dentro de cada uno? ¿Puede esto degenerar  quién sabe qué, en lugar de evolucionar?

Asociaciones, sociedades, estados, sistemas políticos, religiones…  todos tienen sistemas éticos que conforman el mundo en que vivimos. Pero dentro de todos ellos, los individuos tienen su propia moral. En definitiva, no somos sino nosotros mismos los que podemos cambiar este estilo de vida, a la par que “este estilo de vida es producto de nosotros mismos”.

2 comentarios:

  1. Bueno,Enrique,me parece improbable y muy difícil un cambio en tal sentido;de por sí el ser humano es muy complejo,más aun en sociedad.Pretender que una persona sienta,piense y actúe igual que a un semejante,es_aunque parezca increíble_casi una utopía.
    En el fondo todos somos un poco egoístas,renuentes al cambio y pretendemos que prime nuestra opinión y nuestros intereses por encima de los de nuestro prójimo,aunque públicamente digamos lo contrario,para no quedar fuera del sistema.

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    1. Efectívamente, así es cómo se actúa y fucionan las sociedades actuales.

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