Harry, solo de nuevo en su casa, intenta decidir si continuar con su trabajo mientras escucha los Rolling Stones. En esta dicotomía, el timbre suena justo cuanto empieza la canción "Symphaty for the Devil".
El timbre.
En el reloj, la posición de las agujas era
el único indicio que me hacía saber que en el exterior la ciudad dormía a
medias. Las persianas permanecían cerradas, como de costumbre cuando intento
que la soledad y el silencio sirvan para algo más que para recordar tiempos
pasados que nunca fueron mejores, pero sí diferentes.
El tercer intento. Es la insistencia de
alguien que sabe que estás ahí. Así que obligado por, no sé qué, abrí la
puerta. Y por segunda vez en el umbral de mi casa, todo desapareció. Y si
hubiera albergado alguna duda, (que no era la circunstancia) de lo que tenía
que continuar haciendo, en aquel instante habría desaparecido.
Llevaba
una botella de vino tinto en una mano, y dos copas en la otra. Como una de esas
escenas en conserva, gastadas ya, que adornan tantas páginas de tantas novelas.
Un tópico había llamado a mi puerta. Y mi mundo se paralizó.
Tengo copas. Lo sé, pero esta escena la escribo
yo.
Vestía
con unos tejanos color gris, a juego con unas botas de medio tacón. Un jersey
de lana, gris también, con un escote de pico, muy sugerente.
Pasó por
delante mía dejando tras de sí aquel aroma a jazmín que se mezcló con la
oscuridad que parecía envolverla. Incluso la penumbra le favorecía.
—Me encanta esta canción —“Simpathy for the devil”
“Pleased
to meet you hope you guess my name. Oh yeah
Ah what's puzzling you is the nature of my game. Oh yeah.” ¿Quién estaba jugando ahora? ¿Quién de los dos era el Diablo?
Ah what's puzzling you is the nature of my game. Oh yeah.” ¿Quién estaba jugando ahora? ¿Quién de los dos era el Diablo?
ENRIQUE CABRERA
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