Espiritualidad
es un concepto complejo en tanto y en cuanto puede variar notablemente
dependiendo de tradiciones, visiones filosóficas, doctrinas etc. En un concepto
amplio del significado, la definición sería “la condición de espiritual”. Si
nos aventuramos al campo más personal, podríamos hablar de una disposición a
investigar o desarrollar las características de su espíritu (aplicando un
conjunto de creencias y actitudes), cuyo fin sería experimentar estados de
bienestar.
Probablemente
cualquier persona que tenga una creencia religiosa entienda la explicación que
acabamos de dar. Pero hay que hacer un esfuerzo para ver la espiritualidad
fuera del contexto religioso, ya que no es una condición exclusiva de las
religiones. Por eso vamos a intentar dar otro concepto o idea, diciendo que la
espiritualidad es el sentir generalizado de que existe una “parte diferente” de
nosotros mismos, una parte de la que no tenemos un conocimiento empírico, pero
que tiene una razón de ser.
Así,
la manera en la que cada persona, cada religión, creencia, doctrina, etc. intente
llegar a esa parte de cada uno… es indiferente. Lo que realmente importa, y lo
que hace que la espiritualidad no sea un monopolio de unos pocos, o unos
muchos, es su carácter universal. O, siendo más exacto y riguroso; el carácter universal
que nosotros le damos.
Sea
como sea nuestro concepto de espiritualidad, es innegable que tenemos la
sensación de que ese pedacito de cada persona, que no podríamos calificar de
físico, de alguna manera entra en consonancia o interactúa con el resto de las “cosas”
que nos rodean. Ese “espíritu” “alma” “esencia” “energía” “chispa vital”… como
sea que las diferentes creencias han querido o quieren llamarlo, parece
pertenece a algo “superior” (no superior como característica, sino como idea).
Ese es el punto donde las diferentes formas de ver la espiritualidad convergen.
Por tanto tiene un doble carácter universal. Por un lado, es universal porque
es el nexo de unión; por otro, es universal porque abarcamos o intentamos abarcarlo
todo. El universo entero.
Todas
las creencias, religiosas o no, coinciden en que se evoluciona o se debería
evolucionar hacia una espiritualidad tal, que cambiara el rumbo del mundo para
mejor. Hay quien piensa que ese lento proceso ha comenzado. En realidad esto
sólo nos sirve para ilustrar un ejemplo. Las religiones afirman que el Dios que
sea, de la manera que sea, creó el universo. Algunas creencias, sin calificarse
religiosas al no profesar ninguna, sí que mantienen la idea de un Dios, o una
fuente vital que creó o fue precursor del universo. Otros puntos de vista dejan
al margen a Dios, pero afirman que todo en el universo está conectado y tiene
una finalidad. Véase cómo, de una manera u otra, lo que nosotros entendemos por
espiritualidad, se hace extensible a todo el universo. Y ese es el error.
Tal
vez sea inevitable esa visión cósmica de la espiritualidad. Tal vez sea porque
el universo nos parece ten insondable como nuestro propio espíritu. Tal vez sea
porque ciencia, magia y religión, estuvieron unidas desde el principio de los
tiempos hasta hace menos de lo que pensamos. O tal vez sea… que ciertamente es
así. Pero aunque esa parte de nosotros mismos que no podemos definir pertenezca
o tenga que ver, de una forma u otra, al cosmos… ¿Por qué todo el universo debe
ser igual? ¿Por qué la visión de evolución espiritual que tenemos nosotros es
la correcta? ¿Por qué pensamos que es así como evoluciona la totalidad de lo
existente? Las visiones espirituales no contemplan la posibilidad de que otros seres
que pudieran habitar el vasto universo piensen de manera diferente en relación
a este tema. Y si así fuera, obviamente, estarían equivocados.
Cometemos
un error al creer que la dirección correcta de la vida en el universo es la
nuestra. Es decir, que nuestra concepción del desarrollo espiritual para llegar
a la plenitud como especie, y continuar evolucionando, sea extensible a todo el
universo. Por eso dijimos antes que la espiritualidad tiene “el carácter
universal que nosotros le damos”. Como en otras muchas cosas, no somos
capaces de entender que no tenemos la experiencia ni el conocimiento
suficientes, como para afirmar que nuestra manera de ver la existencia es la
única y correcta. Que nosotros, en todos los sentidos, en el espiritual
también, somos insignificantes frente al universo en el que estamos
suspendidos. Y si nuestra espiritualidad no fuera insignificante porque
fuéramos los únicos seres vivos “inteligentes” en todo el universo… entonces
todo sería un cuento más.
Somos
arrogantes si pensamos que estamos solos en el universo. Y somos arrogantes si
pensamos que nuestra visión de la espiritualidad y su desarrollo son únicos y
sin posibilidad de error. Pongamos un ejemplo, y lo haré con la religión
católica por cercanía. Por favor, que nadie se ofenda (es extensible a cualquier religión). Si Dios es único y creó
el universo, todos las criaturas inteligentes que lo componen, o al menos la
gran mayoría (como pasa en este planeta), serían cristianos. O, ya que
cristiano alude a Cristo, adorarían al mismo dios que los cristianos en la
Tierra. Es decir, que todos los mensajes que nos hizo llegar Dios a nosotros,
de alguna manera… en algún momento de la evolución de toda especie inteligente
en el universo, deben o deberían o ya han sido recibidos también. ¿No? Si no,
¿por qué o para qué va a hacer Dios un universo tan extenso si sólo estamos
nosotros en él?
No
me quiero despedir sin antes poner de manifiesto un hecho que me resulta
interesante:
Es
curioso que se piense que la evolución espiritual tenga que converger en un
punto para todos los seres que pudieran habitar el universo, máxime cuando
existe una teoría que también contraería el universo material hasta
concentrarlo en un punto. Espiritualidad y ciencia de nuevo de la mano.
Muy interesante este post. Gracias, Enrique.
ResponderEliminarEs la primera vez que piso el camino de las baldosas amarillas y prometo pasarme otro rato para leer algo más… parece que promete.
Solo una cosa, con relación a la última parte, comentarte que -al menos yo, y con todas mis limitaciones- es probable que usemos la visión cosmológica también para entendernos, para conocernos un poco más. Me explico: conociendo lo macro o meta, podemos llegar a conocer lo micro y lo meso. Como es arriba es abajo, nos indica la ley de la correspondencia. Así, gracias a la física, sabemos de la indeterminación e incertidumbre, de lo fractal llenando los huecos de la realidad como bosones, de la complejidad que se nos escapa, de las estructuras disipativas o emergentes de la auto-organización... Todo ello nos habla de grandeza, de espiritualidad, de lo que no vemos ni entendemos, pero que -intuimos- está allí.
Hace cuatro años, tuve la oportunidad de contrastar las hipótesis en las que baso mis cursos con un profesor de física teórica y experto en cuántica (mil gracias, Paco). La primera pregunta que le formulé fue un encargo de mi hermano Jaume. ¿Qué tanto por ciento de vacío somos? Paco se rió antes de responder «un noventa y nueve coma noventa y nueve periódico» (99’999999… de vacío: ¡para que luego nos empeñemos en apegarnos a alguien a quien llamamos yo!). Y luego me explicó, maravilla de maravillas, que ese tanto por ciento de no-materia o vacío, en realidad no es tal, puesto que el tipo de energía que más abunda en el universo, el bosón, es también la más incluyente, integradora, forma campos cuánticos (me acordé del bioquímico Rupert Sheldrake y su teoría de la resonancia mórfica)...
Todo este rollazo –disculpa, Enrique- para decirte que, de esta manera, puedo ‘ver’ una realidad más amplia, desde más perspectivas… y muy ‘bella’ y espiritual (inalcanzable). Hace tiempo hice mía la frase que leí en “Cuestiones Cuánticas. Escritos místicos de los físicos más famosos del mundo” (de Ken Wilber, editado por Kairós): “La belleza es la adecuada conformidad de las partes entre sí y con relación al todo” dijo Heisenberg citando a Pitágoras, para concluir en un esclarecedor “La belleza es el resplandor de la verdad”, alcanzable a través de un concienzudo trabajo interior, de mucha humildad y sin gota de soberbia. Muchas gracias por la reflexión y la oportunidad y que pases un feliz día, Enrique.
Te dejo el enlace a un vídeo de Cristobal Vila, muy inspirador, relacionado con lo que comentábamos: http://www.youtube.com/watch?v=kkGeOWYOFoA
ResponderEliminarGracias Lourdes, veré el enlace. La explicación a todo está en eluniverso, efectívamente, pero lo que no creo es que nuestra manera de ver la espiritualidad tenga que ser la única y verdadera. Precísamente por la inmensidad del universo. Pensar que nuestra manera de ver el desarrollo de la existencia, a través de la espirtualidad, debe ser una verdad que envuelva a toda el cosmos... es una presunción. Gracias Louder. Muy interesante tu comentario.
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