martes, 3 de enero de 2012

LA PARADOJA DEL LIBREPENSAMIENTO




                 El término comenzó a usarse para definir a los filósofos ilustrados del siglo XVII. Sin embargo, una definición precisa habría que buscarla en el origen histórico del pensamiento revolucionario que dio origen a movimientos tan importantes como la Ilustración o la Revolución francesa. Es ahí, precisamente ahí, dónde se nos viene abajo la teoría, o, mejor dicho, dónde todo queda sólo en eso, en “teoría”. Veamos primero la imposibilidad técnica:
“Un librepensador es una persona que forma sus opiniones sobre la base del análisis imparcial de hechos y que es dueño de sus propias decisiones, independientemente de la imposición dogmática de alguna institución, religión, tradición especifica, tendencia política o de cualquier movimiento activista que busque imponer su punto de vista ideológico o cosmovisión filosófica.”
Ser imparcial es no tener  un juicio establecido de antemano, ni estar a favor o en contra de algo antes de analizarlo. Eso, en la práctica es imposible, ¿y por qué? Porque no somos independientes de la imposición, la tendencia o los movimientos de todo cuanto nos rodea. No podemos aislarnos, fingir que nada nos afecta, y hacer creer a los demás que nuestro raciocinio es como una tabla rasa (que indudablemente está a la intemperie). En realidad sí que fingimos que nada nos afecta y que somos un cúmulo de todas las cualidades que nos harían imparciales, pero eso, estaríamos fingiendo, incluso a nosotros mismos, algo qué se nos da muy bien, por cierto.
Curiosamente el hecho de que sea imposible nuestra imparcialidad, es que somos conscientes, y tenemos conciencia. Somos conscientes de todo cuanto nos rodea y nos afecta, directa o indirectamente, obviamente actuamos en función a eso, pero sobre todo, el librepensamiento es imposible tal y como se ha expuesto, porque tenemos conciencia, ese término puramente metafísico que está relacionado con otros con la misma cualidad como el espíritu humano, el conocimientos interior, el bien y el mal, la reflexividad, percepción de sí mismo y del mundo que le rodea… Ese concepto que la filosofía a amarrado a los actos en función a la moral, que nos ha hecho diferentes al resto de los seres de este planeta, es precisamente, el que, por su naturaleza, hace imposible el librepensamiento como tal. Porque pertenece sólo y exclusivamente a nosotros mismo, y nosotros, no somos, sino un cúmulo de experiencias, de vivencias a través de las cuales generamos nuestras opiniones. De ahí que sea imposible ser imparciales y mucho menos, no estar influenciado por nada o nadie.
¿Lo dicho anteriormente implica que no somos dueños de nuestras decisiones? No, sí que somos dueños de nuestras decisiones. La pregunta es, ¿las tomamos  en función a nosotros mismos o en relación a lo que nos rodea? Obviamente no podemos deshacernos de todo cuanto acontece a nuestro alrededor, tal vez, hubiéramos preferido actuar de otra manera, pero las circunstancias me lo han impedido. Por tanto, sí que somos dueños de las mismas, pero somos esclavos de las circunstancias que nos hicieron tomarlas.
Llegados a este punto más de uno me habrá tachado de manipulador, y que la retórica bien sirve aquí al fin que busco.  Dejemos a un lado pues, las definiciones tanto de librepensamiento como las demás que hemos utilizado, alguien siempre puede decir que el librepensamiento tiene que ver sólo y exclusivamente con lo que se piensa y opina, y no con lo que se hace o dice. Vale, desvirtuando completamente el espíritu en sí del tema que nos ocupa, e imbuyéndonos en la aceptada y reconocida por todos “hipocresía colectiva”, he de decir que el librepensamiento se convierte en una mera fantasía, un consuelo para muchos que dicen tener una opinión “políticamente incorrecta”, motivo por el cual no son capaces de exponerla.
Paradójicamente, siguiendo con este “seudo-librepensamiento”, hemos de decir, que en una sociedad como la nuestra, en la que, “supuestamente”, se nos ha dado la libertad para pensar y opinar, siempre habrá una mayoría, por convicción o comodidad, pero la habrá. Por tanto, pensar de manera diferente a esa mayoría siempre seria “políticamente incorrecto”. Somos nosotros mismos y nuestra forma de ver las cosas lo que hace que la expresión  “librepensamiento” carezca de sentido, y se haga, de una manera y otra imposible. Porque, hay que pensar… "si las opiniones no se pueden dar, por miedo, o por comodidad, entonces, el pensamiento no nos hace libres, sino prisioneros."

6 comentarios:

  1. Mmmm, no estoy de acuerdo. Existen muchos casos de librepensadores. ¿Qué me dices de Homer Simpson, Peter Griffin o Patricio, el amigo de Bob Esponja?

    ResponderEliminar
  2. Son tres ejemplos claros de que los librepesadores llevados a la práctica, son cienciaficción jajajaj. Me gustan esos presonajes.

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  4. ¿Quieres decir que nuestro propio entorno nos hace prisioneros? pero... ¿os habéis parado a pensar en la libertad de tu propia imaginación, donde nada, ni nadie, te oprime, te propone o directamente te obliga? los muros no existen donde no hay fronteras, solo tú y tus pensamientos, solo tú decides si eres libre ¿o no? ¿Serias capaces de exteriorizarlo?

    ResponderEliminar
  5. La imaginación y la opinión no son lo mismo. La imaginación es oscura, porque alberga los deseos, todos, incluso aquellos que no queremos revelar. La imaginación es tan solo una representación, una imagen de algo ficticio o real. En nada tiene que ver con el librepensamiento, más cerca de los juicios, y relacionaco directamente con hechos reales y tangibles.

    ResponderEliminar
  6. "Sólo podemos dar una opinión imparcial sobre las cosas que no nos interesan; sin duda por eso mismo las opiniones imparciales carecen siempre de valor."

    Oscar Wilde.

    ResponderEliminar