“Relativismo”
y “Moralidad” son dos términos que la humanidad nunca ha terminado de asimilar
dentro de la misma frase, puesto que en cada época, en cada momento coyuntural
de la historia, cada sociedad ha tenido su propia moralidad, admitiendo cada
vez que era la mejor manera de entender la vida y la relación entre las
personas, así como la interacción con el “todo”. Y no nos vistamos con la
bandera de la aceptación universal, ahora no es distinto. La diferencia (eso
sí) está en que en la actualidad, las sociedades interaccionan más activamente
unas con otras, y un individuo o grupo de individuos, están afectados por
muchas más circunstancias que antes, circunstancias mucho más efímeras, mucho
más cambiantes que siglos atrás. Es decir, los factores que “moldean” la
moralidad son más, más complejos, menos duraderos y más globales.
Los
sofistas y Platón defendieron posturas opuestas respecto a la moral. Los
sofistas plantaban la relatividad en la moral al comprobar que estas reglas de
moralidad eran diferentes en pueblos distintos, en principio sin contacto
alguno. Pero, cuando estos sistemas morales “diferentes” eran agregados a otras
sociedades que se supone estaban en contacto, entonces debería ser posible
ordenar estos sistemas de peor a mejor. ¿Adivináis cuál era la mejor para
ellos? Obviamente no sería la moralidad de otro pueblo. Platón ponía de “vuelta
y media” a los sofistas, dialécticamente (eso sí), y proponía que había sólo
una única verdad absoluta y verdadera a la cual se llegaría a través de la razón.
La moral entraba dentro de estas “verdades absolutas” que se podían encontrar,
ya que era inamovible. Todo lo que era cambiante, como la naturaleza y el
universo, no permitía un verdadero conocimiento. Lo que se le escapaba a
Platón, era que la moral depende de las circunstancias, que son cambiantes; por
tanto su propia teoría pondría a la moral fuera del alcance de la verdad
absoluta. Volviendo a los sofistas, hay que decir que si se incluye un sistema
moral dentro de otra sociedad, como las circunstancias cambian es normal que
las reglas morales lo hagan también. Ambos casos, opuestos, nos enseñan que la
arrogancia, sobre todo en materia moral (y no olvidemos que la moral es
intrínseca al hombre y lo aborda todo), es un error de forma difícil de evitar.
El
“relativismos moral” se puede y se tiene que abordar de dos maneras diferentes:
una es el hecho en sí de saber que durante la historia, y en la actualidad, las
diferentes sociedades o grupos de personas, han tenido maneras distintas de
abordar los mismos “problemas” sociales; la otra es desde el punto de vista
evolutivo, esto es, si la moral ha ido cambiando desde el principio de los
tiempos, es de una lógica aplastante pensar que continuará haciéndolo. Esta
última afirmación nos lleva a pensar que “las verdades morales” simplemente, o
bien no existen, o bien no están a nuestro alcance. Defenderlas sería limitar
la mente, el desarrollo individual y por tanto el colectivo.
La
primera vertiente del “relativismo moral” se refiere directamente a una interpretación
del movimiento relativista aplicada a la moral (nada nuevo), lo que explica que
diferentes sociedades tenga diferentes reglas morales. El problema que plantea
esta vertiente, el error que tenemos que evitar o corregir, es pensar que unas
reglas son mejores que otras, a la vez que admitimos que son un producto de las
circunstancias. Esto es extremadamente difícil si pensamos que hay sociedades
donde dichas reglas vulneran algunos de los derechos fundamentales de los seres
humanos que conviven en ellas (no voy a poner ejemplos). Pero el hecho de que
se defienda el “relativismo moral”, no implica que se defienda la denigración
de las personas. La moral debe estar al servicio de la convivencia social, del
avance humano, y ser herramienta para la comprensión de los aspectos
fundamentales (y preguntas) que son inherentes a la aparición de la raza
humana. Pero se podía pensar que unas reglas aceptadas por todos los miembros
de una sociedad, denigren o no a sus individuos, serían válidas dentro de este
relativismo. Efectivamente podrían serlo, y entrarían dentro del marco del
“relativismo moral”; pero viendo la evolución de la humanidad en perspectiva,
habría que decir que estos comportamientos no se adaptan a la sociedad actual,
y por tanto, sin decir que las otras moralidades o una de las otras son las
verdaderas, habría que admitir que este tipo de reglas donde no todos los
miembros de la sociedad están al mismo nivel ni son tratadas igual, no pueden
estar dentro del mismo plano, lo que nos llevaría a la segunda vertiente del
“relativismo moral” (tratado en el siguiente párrafo). Por tanto, lo que hay
que aceptar es que una moralidad que tratara a todos sus miembros por igual, al
menos en teoría (la “práctica” entra dentro del marco de la individualidad o de
la interpretación de unos pocos), pertenezca a la sociedad que sea, podría ser
válida.
La
otra vertiente del “relativismo moral” se refiere a la aceptación evolutiva del
ser humano. Es innegable que hemos avanzando en todos los aspectos. En todos
nuestros “presentes” hemos creído que nuestra manera de abordar la convivencia
social era la mejor, a pesar de que cada sociedad tenía un “presente”
diferente, y morales diferentes. El hecho lógico de cambiar nuestra manera de
entender la vida debido a las vicisitudes políticas, sociales, económicas… es
prueba suficiente para pensar (por no decir saber) que continuaremos cambiando.
Nuestra moralidad será diferente dentro de cien años de lo que lo es ahora. De
hecho, nuestra moral está en continuo cambio. ¿Alguna de las anteriores era la
mejor? Si es así, ¿estamos equivocados ahora? ¿Acaso es nuestra moralidad
actual la mejor de cualquiera de las que se puede tener? Si fuera así no
debería cambiar, pero la historia nos dice que sí lo hará. El “relativismo
moral” pone de manifiesto que la moralidad está al servicio de las necesidades
y que evoluciona con la humanidad, aceptarlo es necesario para no quedar
“estancados”. Retomemos el ejemplo de sociedades cuya ética-moral permite la
degradación de algunos de sus miembros, o grupo de individuos; no aceptar que
su moral no es la única verdadera (o la única y verdadera), o que podrían estar
equivocados, ha permitido que en tiempos actuales las relaciones entre sus
miembros, y con otras sociedades, se asemeje más a siglos pasados que a lo que
pensamos o creemos que debe ser (o debe DE ser) una sociedad adecuada. Esto
sería un ejemplo de “absolutismo moral” en la actualidad. Un estancamiento de
la moral, detiene la evolución como sociedad.
Vamos
a dar un paso más. La suma de las moralidades individuales da lugar a una moral
social diferente a cada una de las individuales, y la suma de éstas define
nuestra moralidad como especie que es diferente a cada una de las moralidades
sociales. Como especie racional, que somos capaces de hacernos preguntas sobre
nosotros mismos, y que adecuamos las normas a la convivencia y viceversa,
tenemos una moral, la “moral humana”. Y como especie, también cometemos los
mismos errores respecto a ella. Formamos parte de un universo que se nos antoja
infinito, por propia definición también son infinitas, por tanto, las
probabilidades de que no seamos la única especie inteligente. Desde que se han
tenido los medios técnicos suficientes (o tal vez incluso antes) intentamos
encontrar una prueba que nos diga que realmente no estamos solos. Creemos que
inteligencia y moral tal y como nosotros la concebimos van unidas, craso error,
aunque típico en nuestra arrogancia. En primer lugar y más importante, es que
la moral sólo son un conjunto de normas que nosotros, aislados aquí en nuestra
pequeña isla cósmica, hemos desarrollado. Podríamos pensar que el simple hecho
de vivir en sociedad hacen necesarias este tipo de normas, muy bien, demos esto
por cierto (aunque es discutible). De dónde sacamos que una sociedad
inteligente a miles de millones de años luz de nosotros tengan las mismas
reglas o… parecidas. La moral se basa en la concepción del bien y el mal,
conceptos que nosotros mismos hemos definido (en la mayoría de los casos con
base religiosa). Es decir, ni siquiera sabemos que nuestra concepción del bien
y el mal sea la correcta en el desarrollo lógico del universo, es más, ni
siquiera sabemos si el bien y el mal existen en realidad, y en base a eso hemos
desarrollado una “moral humana”… ¿y queremos creer que las distintas especies
que pudiera haber en el universo comparten esa visión con nosotros? Eso sí que
es arrogancia. El más mínimo detalle diferente en la evolución de esa especie,
si es que tuvo evolución tal y como nosotros la concebimos, diferencias en la
concepción de la vida, del universo, un conocimiento más profundo de la
existencia (si es que lo tuvieran más que nosotros)… haría que sus reglas (si
es que tienen) sean diferentes. Creer mínimamente que todo el universo tenga
una moral parecida a la nuestra es ilusorio a la par que arrogante.
Estamos
limitados por todo lo que tenemos en derredor, por nuestra capacidad de
comprensión, por lo inmenso que se nos presenta el universo. Estamos limitados
por nuestras creencias, incluso por nuestras propias normas. Si hay una moral
universal, entonces la nuestra está en pañales. Y exista o no esa “moral
universal”, nosotros como especie tenemos que contemplar la “relatividad
moral”, tenemos que ampliar nuestra visión simplemente para admitir que
podríamos estar equivocados, que nuestra moral no es la única y verdadera, que
la sociedad vecina puede tener unas normas morales diferentes igual de válidas.
Hay que darse cuenta de que la evolución implica cambio, en todos los aspectos,
y que la moral también cambia.
Pensad
que si el “absolutismo moral” puede detener la evolución de una sociedad,
también puede detener la evolución como especie.
ENRIQUE CABRERA
Y sin embargo, sí parece que hay normas morales universales (bueno, vale, vamos a ser humildes; terráqueas). O al menos, una; el respeto por la vida. A veces se vulnera, es cierto, pero siempre con la conciencia de que se está haciendo "algo malo", y casi siempre como un mal menor. Puede que no sea una norma moral inmutable y que en el futuro las sociedades permitan el asesinato como un comportamieto normal o incluso deseable, pero eso nos llevaría necesariamente a un estado de psicopatía (en el sentido de falta de empatía) que pasaría, necesariamente, por un proceso de "deshumanización", tal y como aceptamos hoy el concepto de "humano". Por lo tanto, habría que admitir que aunque la moral evolucione, hay direcciones evolutivas que, simplemente, podrían acabar con la especie. Y si esto es así, si la moral puede condicionar la biología (de igual modo que la biología condiciona la moral), ¿no podría ser que todos los entes biológicos del universo, por el simple hecho de serlo, compartieran una especie de "moralidad básica"?
ResponderEliminarClaro, suponiendo que todos tengan el concepto de "vida", imagina un ente inmortal no tendría ese concepto de "vida-muerte". Hay que limitar nuestra concepción moral al lugar donde desarrollamos la vida, y aceptar que es muy probable que existan otras. Un axioma de la moral que fuera igual en todo el universo sólo es concebible en una menta como la nuestra, limitada por nosotros mismos, ya que no tenemos otra visión de la vida (sólo conocemos una). Un perro respeta la vida de otro perro y no podemos decir que eso sea moral, salvo que pienses que los animales tiene moral, el acto en sí de respetar la vida de otra entidad no entra dentro de la moral, para que un acto sea moral, tiene que ser consciente y razonado. Es más, el hecho de que todos los entes biológicos de la existencia universal respeten la vida de otros, no se puede achacar a la moral sin más, ya que respetar la vida de otro ente podría responder a otro orden de cosas como por ejemplo salvar la mía, eso es conveniencia, si es razonado e instinto si no lo es (razonado). En ambos casos es supervivencia. Y la supervivencia no está dentro del ámbito de la moral. Se puede poder un ejemplo parecido en todos los casos de exiomas morales.Por eso es mejor aceptar el relativismo moral.
EliminarProbablemente la relatividad se pueda aplicar a todo en la vida,incluso a la vida misma,por todo eso de los diferentes conceptos que podamos tener sobra una misma cosa.Todo lo que sabemos lo hemos heredado o lo hemos aprendido,y damos por ciertas verdades que otro individuo (no necesariamente debe ser un ser de otro planeta o de otra sociedad,puede ser nuestro propio hermano)las rechaza radicalmente,porque sus conceptos son otros,muy diferentes a los nuestros.
ResponderEliminarCreo que no existe una moral absoluta;es como el amor _por poner un ejemplo_ es algo muy personal,todos lo percibimos,lo sentimos y lo vivimos de una manera diferente.Se supone que la misma verdad debería ser única y absoluta,pero todos y cada uno de nosotros,tenemos nuestra propia verdad.
Interesantísimo tema,Enrique;saludos cordiales.
Y aunque la verdad fuera una, única y absoluta... creo que estamos muy lejos de alcanzarla jajajaj. Gracias por el comentario.
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