Incluso cuando imaginamos la más horrible de las ficciones... tan sólo estamos disfrazando la realidad. Incluso cuando leemos en alguna novela una atrocidad fruto de la imaginación enrevesada del autor; o vemos en el cine una escena que sólo un guionista "macabro" sería capaz de engendrar en su mente... no es más que la consecuencia de una realidad, de "nuestra realidad"; la que nos rodea e influye. Porque no se puede imaginar algo de la nada, sino a partir de algo existente, la realidad es el axioma de cualquier ficción... Y es cruda. Tal vez no queramos darnos cuenta, limitando nuestro conocimiento de la misma sólo a aquello que está íntimamente relacionado con nosotros. Pero eso es el autoengaño, y por tanto la hipocresía más consciente de la que somos culpables. Y lo hacemos tan bien que a veces ya no somos capaces de distinguirla: ficción y realidad se mezclan, tal vez debido a que nos llega por los mismos canales (ambas), o por, y seria peor aún, la indolencia manifiesta por aquello que parece que ocurre lejos, o creemos que jamás nos acaecerá. O tal vez, sólo tal vez, sea que sabemos feacientemente que la realidad es cruda y más aún... cruel, y, al igual que Dorothy en el mundo de Oz, tengamos que encontrar nuestro propio camino de baldosas amarillas para no dejarnos arrastrar, y poder llevar nuestra alma a buen puerto.
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