viernes, 5 de octubre de 2012

LA ARROGANCIA DE LA RAZA HUMANA XI. LA ACEPTACIÓN DEL RELATIVISMO MORAL



“Relativismo” y “Moralidad” son dos términos que la humanidad nunca ha terminado de asimilar dentro de la misma frase, puesto que en cada época, en cada momento coyuntural de la historia, cada sociedad ha tenido su propia moralidad, admitiendo cada vez que era la mejor manera de entender la vida y la relación entre las personas, así como la interacción con el “todo”. Y no nos vistamos con la bandera de la aceptación universal, ahora no es distinto. La diferencia (eso sí) está en que en la actualidad, las sociedades interaccionan más activamente unas con otras, y un individuo o grupo de individuos, están afectados por muchas más circunstancias que antes, circunstancias mucho más efímeras, mucho más cambiantes que siglos atrás. Es decir, los factores que “moldean” la moralidad son más, más complejos, menos duraderos y más globales.

Los sofistas y Platón defendieron posturas opuestas respecto a la moral. Los sofistas plantaban la relatividad en la moral al comprobar que estas reglas de moralidad eran diferentes en pueblos distintos, en principio sin contacto alguno. Pero, cuando estos sistemas morales “diferentes” eran agregados a otras sociedades que se supone estaban en contacto, entonces debería ser posible ordenar estos sistemas de peor a mejor. ¿Adivináis cuál era la mejor para ellos? Obviamente no sería la moralidad de otro pueblo. Platón ponía de “vuelta y media” a los sofistas, dialécticamente (eso sí), y proponía que había sólo una única verdad absoluta y verdadera a la cual se llegaría a través de la razón. La moral entraba dentro de estas “verdades absolutas” que se podían encontrar, ya que era inamovible. Todo lo que era cambiante, como la naturaleza y el universo, no permitía un verdadero conocimiento. Lo que se le escapaba a Platón, era que la moral depende de las circunstancias, que son cambiantes; por tanto su propia teoría pondría a la moral fuera del alcance de la verdad absoluta. Volviendo a los sofistas, hay que decir que si se incluye un sistema moral dentro de otra sociedad, como las circunstancias cambian es normal que las reglas morales lo hagan también. Ambos casos, opuestos, nos enseñan que la arrogancia, sobre todo en materia moral (y no olvidemos que la moral es intrínseca al hombre y lo aborda todo), es un error de forma difícil de evitar.

El “relativismos moral” se puede y se tiene que abordar de dos maneras diferentes: una es el hecho en sí de saber que durante la historia, y en la actualidad, las diferentes sociedades o grupos de personas, han tenido maneras distintas de abordar los mismos “problemas” sociales; la otra es desde el punto de vista evolutivo, esto es, si la moral ha ido cambiando desde el principio de los tiempos, es de una lógica aplastante pensar que continuará haciéndolo. Esta última afirmación nos lleva a pensar que “las verdades morales” simplemente, o bien no existen, o bien no están a nuestro alcance. Defenderlas sería limitar la mente, el desarrollo individual y por tanto el colectivo.

La primera vertiente del “relativismo moral” se refiere directamente a una interpretación del movimiento relativista aplicada a la moral (nada nuevo), lo que explica que diferentes sociedades tenga diferentes reglas morales. El problema que plantea esta vertiente, el error que tenemos que evitar o corregir, es pensar que unas reglas son mejores que otras, a la vez que admitimos que son un producto de las circunstancias. Esto es extremadamente difícil si pensamos que hay sociedades donde dichas reglas vulneran algunos de los derechos fundamentales de los seres humanos que conviven en ellas (no voy a poner ejemplos). Pero el hecho de que se defienda el “relativismo moral”, no implica que se defienda la denigración de las personas. La moral debe estar al servicio de la convivencia social, del avance humano, y ser herramienta para la comprensión de los aspectos fundamentales (y preguntas) que son inherentes a la aparición de la raza humana. Pero se podía pensar que unas reglas aceptadas por todos los miembros de una sociedad, denigren o no a sus individuos, serían válidas dentro de este relativismo. Efectivamente podrían serlo, y entrarían dentro del marco del “relativismo moral”; pero viendo la evolución de la humanidad en perspectiva, habría que decir que estos comportamientos no se adaptan a la sociedad actual, y por tanto, sin decir que las otras moralidades o una de las otras son las verdaderas, habría que admitir que este tipo de reglas donde no todos los miembros de la sociedad están al mismo nivel ni son tratadas igual, no pueden estar dentro del mismo plano, lo que nos llevaría a la segunda vertiente del “relativismo moral” (tratado en el siguiente párrafo). Por tanto, lo que hay que aceptar es que una moralidad que tratara a todos sus miembros por igual, al menos en teoría (la “práctica” entra dentro del marco de la individualidad o de la interpretación de unos pocos), pertenezca a la sociedad que sea, podría ser válida.

La otra vertiente del “relativismo moral” se refiere a la aceptación evolutiva del ser humano. Es innegable que hemos avanzando en todos los aspectos. En todos nuestros “presentes” hemos creído que nuestra manera de abordar la convivencia social era la mejor, a pesar de que cada sociedad tenía un “presente” diferente, y morales diferentes. El hecho lógico de cambiar nuestra manera de entender la vida debido a las vicisitudes políticas, sociales, económicas… es prueba suficiente para pensar (por no decir saber) que continuaremos cambiando. Nuestra moralidad será diferente dentro de cien años de lo que lo es ahora. De hecho, nuestra moral está en continuo cambio. ¿Alguna de las anteriores era la mejor? Si es así, ¿estamos equivocados ahora? ¿Acaso es nuestra moralidad actual la mejor de cualquiera de las que se puede tener? Si fuera así no debería cambiar, pero la historia nos dice que sí lo hará. El “relativismo moral” pone de manifiesto que la moralidad está al servicio de las necesidades y que evoluciona con la humanidad, aceptarlo es necesario para no quedar “estancados”. Retomemos el ejemplo de sociedades cuya ética-moral permite la degradación de algunos de sus miembros, o grupo de individuos; no aceptar que su moral no es la única verdadera (o la única y verdadera), o que podrían estar equivocados, ha permitido que en tiempos actuales las relaciones entre sus miembros, y con otras sociedades, se asemeje más a siglos pasados que a lo que pensamos o creemos que debe ser (o debe DE ser) una sociedad adecuada. Esto sería un ejemplo de “absolutismo moral” en la actualidad. Un estancamiento de la moral, detiene la evolución como sociedad.

Vamos a dar un paso más. La suma de las moralidades individuales da lugar a una moral social diferente a cada una de las individuales, y la suma de éstas define nuestra moralidad como especie que es diferente a cada una de las moralidades sociales. Como especie racional, que somos capaces de hacernos preguntas sobre nosotros mismos, y que adecuamos las normas a la convivencia y viceversa, tenemos una moral, la “moral humana”. Y como especie, también cometemos los mismos errores respecto a ella. Formamos parte de un universo que se nos antoja infinito, por propia definición también son infinitas, por tanto, las probabilidades de que no seamos la única especie inteligente. Desde que se han tenido los medios técnicos suficientes (o tal vez incluso antes) intentamos encontrar una prueba que nos diga que realmente no estamos solos. Creemos que inteligencia y moral tal y como nosotros la concebimos van unidas, craso error, aunque típico en nuestra arrogancia. En primer lugar y más importante, es que la moral sólo son un conjunto de normas que nosotros, aislados aquí en nuestra pequeña isla cósmica, hemos desarrollado. Podríamos pensar que el simple hecho de vivir en sociedad hacen necesarias este tipo de normas, muy bien, demos esto por cierto (aunque es discutible). De dónde sacamos que una sociedad inteligente a miles de millones de años luz de nosotros tengan las mismas reglas o… parecidas. La moral se basa en la concepción del bien y el mal, conceptos que nosotros mismos hemos definido (en la mayoría de los casos con base religiosa). Es decir, ni siquiera sabemos que nuestra concepción del bien y el mal sea la correcta en el desarrollo lógico del universo, es más, ni siquiera sabemos si el bien y el mal existen en realidad, y en base a eso hemos desarrollado una “moral humana”… ¿y queremos creer que las distintas especies que pudiera haber en el universo comparten esa visión con nosotros? Eso sí que es arrogancia. El más mínimo detalle diferente en la evolución de esa especie, si es que tuvo evolución tal y como nosotros la concebimos, diferencias en la concepción de la vida, del universo, un conocimiento más profundo de la existencia (si es que lo tuvieran más que nosotros)… haría que sus reglas (si es que tienen) sean diferentes. Creer mínimamente que todo el universo tenga una moral parecida a la nuestra es ilusorio a la par que arrogante.

Estamos limitados por todo lo que tenemos en derredor, por nuestra capacidad de comprensión, por lo inmenso que se nos presenta el universo. Estamos limitados por nuestras creencias, incluso por nuestras propias normas. Si hay una moral universal, entonces la nuestra está en pañales. Y exista o no esa “moral universal”, nosotros como especie tenemos que contemplar la “relatividad moral”, tenemos que ampliar nuestra visión simplemente para admitir que podríamos estar equivocados, que nuestra moral no es la única y verdadera, que la sociedad vecina puede tener unas normas morales diferentes igual de válidas. Hay que darse cuenta de que la evolución implica cambio, en todos los aspectos, y que la moral también cambia.

Pensad que si el “absolutismo moral” puede detener la evolución de una sociedad, también puede detener la evolución como especie.





ENRIQUE CABRERA

4 comentarios:

  1. Y sin embargo, sí parece que hay normas morales universales (bueno, vale, vamos a ser humildes; terráqueas). O al menos, una; el respeto por la vida. A veces se vulnera, es cierto, pero siempre con la conciencia de que se está haciendo "algo malo", y casi siempre como un mal menor. Puede que no sea una norma moral inmutable y que en el futuro las sociedades permitan el asesinato como un comportamieto normal o incluso deseable, pero eso nos llevaría necesariamente a un estado de psicopatía (en el sentido de falta de empatía) que pasaría, necesariamente, por un proceso de "deshumanización", tal y como aceptamos hoy el concepto de "humano". Por lo tanto, habría que admitir que aunque la moral evolucione, hay direcciones evolutivas que, simplemente, podrían acabar con la especie. Y si esto es así, si la moral puede condicionar la biología (de igual modo que la biología condiciona la moral), ¿no podría ser que todos los entes biológicos del universo, por el simple hecho de serlo, compartieran una especie de "moralidad básica"?

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    1. Claro, suponiendo que todos tengan el concepto de "vida", imagina un ente inmortal no tendría ese concepto de "vida-muerte". Hay que limitar nuestra concepción moral al lugar donde desarrollamos la vida, y aceptar que es muy probable que existan otras. Un axioma de la moral que fuera igual en todo el universo sólo es concebible en una menta como la nuestra, limitada por nosotros mismos, ya que no tenemos otra visión de la vida (sólo conocemos una). Un perro respeta la vida de otro perro y no podemos decir que eso sea moral, salvo que pienses que los animales tiene moral, el acto en sí de respetar la vida de otra entidad no entra dentro de la moral, para que un acto sea moral, tiene que ser consciente y razonado. Es más, el hecho de que todos los entes biológicos de la existencia universal respeten la vida de otros, no se puede achacar a la moral sin más, ya que respetar la vida de otro ente podría responder a otro orden de cosas como por ejemplo salvar la mía, eso es conveniencia, si es razonado e instinto si no lo es (razonado). En ambos casos es supervivencia. Y la supervivencia no está dentro del ámbito de la moral. Se puede poder un ejemplo parecido en todos los casos de exiomas morales.Por eso es mejor aceptar el relativismo moral.

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  2. Probablemente la relatividad se pueda aplicar a todo en la vida,incluso a la vida misma,por todo eso de los diferentes conceptos que podamos tener sobra una misma cosa.Todo lo que sabemos lo hemos heredado o lo hemos aprendido,y damos por ciertas verdades que otro individuo (no necesariamente debe ser un ser de otro planeta o de otra sociedad,puede ser nuestro propio hermano)las rechaza radicalmente,porque sus conceptos son otros,muy diferentes a los nuestros.
    Creo que no existe una moral absoluta;es como el amor _por poner un ejemplo_ es algo muy personal,todos lo percibimos,lo sentimos y lo vivimos de una manera diferente.Se supone que la misma verdad debería ser única y absoluta,pero todos y cada uno de nosotros,tenemos nuestra propia verdad.
    Interesantísimo tema,Enrique;saludos cordiales.

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    1. Y aunque la verdad fuera una, única y absoluta... creo que estamos muy lejos de alcanzarla jajajaj. Gracias por el comentario.

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