Una
persona es el axioma de una sociedad, y una sociedad es el resultado de la suma
de todos sus individuos, cada uno de los cueles diferentes, o si lo prefieren…
distintos entre sí, lo que nos lleva a que la moral, la ética, los objetivos,
etc., de dicha sociedad no tienen por qué corresponderse a los de sus miembros.
Por consiguiente tenemos que tratar a una sociedad como a un ente diferente a
los individuos que la componen pero sin separarlos.
Aunque
esta base fundamental se desprende de la definición misma de “sociedad”, la
obviedad es necesaria (y cuando lo es no suele ser bueno) para tomarla como
punto de partida para analizar un hecho, que aunque se ha dado durante más
tiempo del que pensamos, es ahora cuando lo percibimos con algo más de
claridad. Hemos fracasado como sociedad. O, para los más optimistas, estamos fracasando como sociedad.
El
ser humano se ha agrupado desde el principio de los tiempos por diferentes
motivos. Ese hecho tan simple (convivir con miembros de tu misma especie
compartiendo territorio) generado por una necesidad básica, como defenderse o
alimentarse, es un patrón innegable e inevitable a nivel individual. Platón y
Aristóteles lo llamaron “sociabilidad natural”. En el ser humano y su manera de
entender la vida, existe un proyecto de
sociedad innato. Ese proyecto se desarrolla de manera tan natural e
inconsciente, que trasciende al propio individuo adquiriendo entidad propia.
Las ventajas de esta forma natural de convivir hacen imperativo plantearse un
modelo más o menos reglado, pasando de ese “proyecto de sociedad” a tener como
objetivo la sociedad en sí.
A
pesar de que la necesidad de convivir en sociedad ha permanecido inalterable en
su esencia básica a lo largo de los años, los modelos y los conceptos de
sociedad, sí que han ido cambiando motivados por las nuevas necesidades de los
individuos que la componen. Modelos y conceptos son en realidad dos dimensiones
diferentes de “sociedad”; entendiendo “modelo” como la sociedad práctica, y
“concepto” lógicamente como la sociedad teórica. Curiosamente en este ámbito
habría que decir que la teoría o concepto de sociedad se queda corto en
comparación con la práctica o los modelos existentes. En realidad sería
imposible dar una definición de sociedad que se ajustara a un modelo práctico
real, ya que los conceptos no van más allá de describir a un grupo de
individuos conviviendo bajo unas reglas o acuerdos que permitan dicha
convivencia, y teniendo todos un objetivo común para satisfacer las necesidades
básicas y necesarias. Pero lo cierto es que “sociedad” ha ampliado tanto tus
fronteras, que en la práctica se han generado sociedades dentro de las
sociedades, agrupándose los individuos por creencias, estilos, opiniones,
hobbies, y un largo etcétera. Si sólo tenemos en cuenta las grandes sociedades,
o si desligamos la territorialidad y las características definitorias de la
sociedad práctica, nos daremos cuenta de que los aspectos que mantienen la
cohesión entre los individuos, son aquellos que tienen que ver con el
sentimiento de pertenecer a un grupo determinado; estaríamos hablando ya de
aspectos culturales, históricos, sentimentales, reivindicativos etc., todo al
margen de las necesidades vitales que limitan en mucho lo que es realmente una
sociedad. Este hecho hace imposible la convivencia grupal si no es bajo un
modelo de sociedad; sin estos lazos afectivos definitorios que trascienden al
propio concepto de sociedad, un grupo de individuos determinados no podrían
convivir en el mismo territorio. Es decir, es imposible que un grupo de personas
convivan fuera de la concepción social.
Ante
las ventajas de desarrollar una vida en grupo, y sobre todo por la
imposibilidad de que esto ocurra sin las premisas que definen una sociedad, los
individuos asumen e interiorizan la sociedad como modelo sine qua non para sobrevivir, relacionarse y evolucionar. La sociedad consciente es la aceptación de
este modelo como objetivo de convivencia, y el esfuerzo que esto conlleva. Cada
integrante del grupo adapta su comportamiento, su estilo de vida, para integrarse
o permanecer integrado a la sociedad a la que pertenece. De esta manera se
refuerza el modelo. La sociedad se retroalimenta y evoluciona a partir de la
consciencia de sus componentes, hasta que llega un punto de inflexión donde la
propia sociedad moldea a sus miembros, sería la consciencia de la sociedad. Este punto es inevitable en el
desarrollo normal de la evolución humana como especie, la suma de entes da
lugar a un ente mayor y con identidad propia. El ente sociedad es capaz ya por sí
mismo de orientar las vidas de los individuos que lo integran; aceptadas sus
reglas legales, morales, éticas, tácitas, contractuales, e incluso religiosas,
políticas… la maleabilidad de las conductas es una consecuencia lógica.
Las
sociedades tienen dos puntos clave que siendo de naturaleza muy diferente, se
complementan: una sociedad crece y se expande; además su evolución en un
ambiente aislado depende únicamente del límite de sus individuos. El primero de
los hechos provoca que sociedades diferentes entren en contacto, el segundo
motiva la interacción activa de las mismas (interacción que no tiene por qué
ser pacífica). Nos damos cuenta entonces, estudiando la mecánica del desarrollo
de las sociedades, que un grupo completamente aislado está apocado a la desaparición,
pudiendo ocurrir por diversos motivos: por la distorsión de sus reglas de
origen, por no alcanzar un número suficiente, por no querer interactuar con el
resto de las sociedades que la rodean siendo al final absorbida por éstas
(interacción pasiva) etc. Se podría decir que una sociedad evoluciona más
rápidamente y perdura en el tiempo, en función de su capacidad para
relacionarse con el resto de sociedades que ocupan los territorios vecinos. La
curiosidad humana, la arrogancia, la tecnología etc., ha permitido a lo largo
de la historia, que estas interactuaciones se produzcan entre sociedades muy
distantes.
Siguiendo
este modelo de desarrollo social hemos llegado a una sociedad global (en muchos
de sus aspectos). La interactuación total o parcial de las sociedades que
componen el mapa mundial, ha desembocado en un “monstruo de frankenstein”, no
comparable con el desarrollo de una sociedad individual, pero guardando las
características básicas, a saber: un ente que es la suma de todas las sociedades
que lo conforman, pero diferente a cada una de las mismas.
A
grandes rasgos, éste es el camino que ha seguido la sociedad hasta donde la
conocemos: axioma (individuo) -organización natural –sociedad -evolución
primaria -interacción con otras sociedades –evolución -desarrollo general -sociedad
global. Teniendo esto, comprendemos que los tres grandes rasgos son, “el
individuo”, “la mecánica evolutiva social” y “la sociedad global”.
Hablar
del individuo en relación con la sociedad es harto complicado cuando los mejores
filósofos de la historia ya lo han hecho, ante los cuales no creo estar a la
altura. Dicho lo cual, espero me perdonen si creen que mi teoría está anticuada
o trillada. Es innegable que la sociedad no existiría sin el individuo. Jeans
Graves (1854-1939) definió al individuo como las “células” del “organismo vivo”
que era la sociedad, pero como ejemplo para intentar demostrar que era una
ínfima partícula de la sociedad, sin importancia trascendente. Este ejemplo le
servía para razonar demás, que la célula dependía totalmente del ser completo y
por tanto los individuos eran esclavos de la sociedad. Graves enmarcó la
dependencia del individuo en la política económica, fruto indiscutible de la
sociedad. Esta conclusión puede darse la mano con el pensamiento de Jean-Jacques
Rousseau (1712-1778), que entendía que el hombre había “cedido” su libertad y
por tanto estaba alienado por el sistema social o la sociedad. Ésta es, sin
duda, la visión romántica del individuo dentro de la sociedad; atrapado,
encarcelado… con una libertad coartada que le impide elegir aquello que quiere
cuando quiere. Se podría exponer aquí perfectamente la paradoja de hablar de
individualismos en un contexto social, pero no lo haremos hoy. Lo cierto es que
Rousseau primero y Graves después, se equivocaban (si no en sus planteamientos,
sí en sus conclusiones). El individuo no es un mero componente estructural de
la sociedad, eso lo dejaría al margen de la misma. Lo cierto es que cada una de
las personas que componen una sociedad son la única verdad social, porque todas las normas, leyes, acuerdos, fines,
objetivos… todo… parte de esos individuos. La alienación o esclavitud social,
pondrían al individuo en un plano diferente a la sociedad, y no pueden estar en
planos distintos. Un preso forma parte de la prisión, pero no es la prisión. La
cárcel seguirá siéndolo incluso sin presos (aunque no tenga razón de ser). Un
motor está compuesto por cientos de piezas, pero cada elemento no es el motor,
están en planos distintos. Por el contrario, un individuo no solamente forma
parte de la sociedad, sino que “es” sociedad, porque en cada uno reside la
voluntad innata de configurar un modelo de convivencia reglado. Es decir, la
sociedad no existiría sin el individuo, pero los individuos no se desarrollarían
sin la sociedad. Es una simbiosis. Voltaire se acercó con el pacto social: la vida en común exige una
convención para preservar el interés de cada uno. Decía que el instinto y la
razón del individuo le llevan a respetar y promover tal pacto, y que el
propósito de la moral era enseñarnos los principios de esta convivencia
fructífera. Personalmente no creo en el instinto como base ni parte del
comportamiento humano, sea cual sea. Poner al mismo nivel instinto y razón es
como verter agua y aceite en el mismo recipiente. Mezclar instinto y moral es
tan absurdo como decir que cualquier animal que viva en sociedad, que hay
muchos, observa unas reglas morales en base a un instinto que los hace actuar.
A Voltaire se le escapaba la dimensión cognitiva de la sociedad, la que le
confieren todos y cada uno de sus individuos, y por la que toma conciencia de
sí misma a través, precisamente, de las personas que la conforman. Es un flujo
recíproco. Una simbiosis en todos los sentidos. De este flujo bidireccional
parten entonces la moral de la sociedad como ente, los acuerdos, los fines, los
objetivos etc. Por tanto, el primer y más grande error del concepto de sociedad
es separar, aunque sea inconscientemente, al individuo de la sociedad, porque
el modelo que esto genera no se basa en los individuos, sino en una estructura
ya dada de sociedad. Estaríamos (y estamos) intentando construir un castillo de
naipes a la inversa, poniendo como base sólo unas pocas cartas, y haciendo cada
nivel con más naipes que el anterior. Cuando habría que poner como base a todos
los individuos y cada nivel con una estructura tal que se sustente con el
anterior.
Las
teorías actuales de Habermas (1929-….) y Foulcault (1926-1984) respecto a la
sociedad en relación a los individuos, se acercan más a la no disgregación de
ambos conceptos (individuo-sociedad). Siendo la de Habermas excesivamente
utópica, describiendo una sociedad de futuro necesaria o posible, y definiendo
que el individuo puede abstraerse del poder-manipulación
de la sociedad (acción estratégica como lo llama Habermas); Foulcault, por el
contrario, expone una sociedad más real, o pesimista dirían algunos, aunque sin
la posibilidad de que el individuo pueda apartarse de ese poder-manipulación que ejerce la sociedad. Pero ambos, de una
manera u otra manifiestan que el individuo configura un discurso y plantea una
manera de auto-gobierno que el sujeto puede darse, haciendo de sus decisiones
racionales la base de sus acciones sociales. Esto, que Habermas llama
auto-crítica, es la base de la que parte el nivel cognitivo, moral y sicológico
de una sociedad entera, que la convierte en un ente por sí misma, pero que es a
la vez el mecanismo que tiene la persona para relacionarse con los demás y
evolucionar como individuo, llegando a realizarse como ser humano completo.
Porque no es, sino en sociedad, donde podemos desarrollar todas las acciones,
cumplir todos los “parámetros” que nos convierten en seres humanos, ya que
nuestra especie no sólo se identifica por nuestra biología, o nuestro aspecto,
nuestra evolución intelectual en el marco de una vida es fundamental, y esta
evolución no se puede dar fuera del contexto de sociedad. El conjunto, el
grupo, promueve el desarrollo cognitivo e intelectual y por qué no, moral,
ético, psicológico… hasta un nivel suficiente (dentro de las capacidades de
cada uno).
Respecto
a la mecánica evolutiva social no tiene problema aplicada a las sociedades individuales
que, como ya hemos explicado antes, interactúan entre sí dando lugar a un
desarrollo mayor. El problema de este sistema casi natural de evolución, viene
cuando se aplica a una sociedad global. Por definición, en este caso, el modelo
de mega-sociedad tiende a desaparecer. Hemos dicho que la evolución de una
sociedad depende del límite de sus individuos. En este caso, la evolución del
ente sociedad global depende
directamente de la evolución de las sociedades que lo componen. Pero esta
super-sociedad está aislada, no tiene manera de interactuar con otras del mismo
nivel, por tanto no sólo dejará de evolucionar, sino que tiende a desaparecer.
La sostenibilidad de una sociedad global con el sistema mecánico evolutivo
actual es inviable.
Con
todo esto, partamos de la totalidad para llegar al responsable último de la
sociedad, y comprobar por tanto su fracaso. El ente sociedad-global se retroalimenta de las sociedades que lo componen
hasta llegar a un límite en el cual debería de interactuar con otra entidad de
su mismo nivel (algo imposible hoy día), el peso específico que tienen algunas
sociedades con respecto a la globalidad modifica el comportamiento natural de
la mega-sociedad, que debería de proteger a todos sus miembros, para decantarse
sólo por aquellos que pudieran hacer que continuara desarrollándose sin
necesidad de interactuación alguna con otra mega-sociedad (un desarrollo
anómalo teniendo como base la mecánica evolutiva actual), esto nos lleva de la
retroalimentación, al canibalismo. No hay duda que la sociedad-global tal y como la conocemos es, entre otras cosas, el
resultado de la precariedad, abuso, utilización y aniquilación de otras tantas
sociedades; hay que aclarar en este punto que antes el ente no estaba
desarrollado, por tanto ese sería el drama evolutivo social (vergonzosamente
aceptado e incluso justificado). Pero en este momento sigue habiendo sociedades
pisoteadas y esclavizadas por la sociedad-global,
cuyo trabajo y la explotación de sus tierras y recursos sirven para otros
menesteres al margen de su propia evolución (de esa sociedad). Además, otras
tantas simplemente son ninguneadas y dejadas a su suerte, al no servir para un desarrollo
generalizado del gran ente. Éste es el resultado de una distorsión del modelo
mecánico evolutivo. El desarrollo normal necesita de individuos del mismo nivel,
en este caso de otra mega-sociedad,
sin eso el estancamiento es inevitable, y el retroceso del mega-ente sólo
cuestión de tiempo.
Pero
la complejidad de la relación simbiótica entre la sociedad-global y el resto de sociedades individuales o grupos de
ellas (comparable con la relación entre individuo y sociedad), es tal que éstas
se ven afectadas irremediablemente. Hemos comentado que en este tipo de
relaciones existe un flujo bidireccional que se repite entre individuo y
sociedad, sociedad y sociedad o sociedades, y también entre sociedad y sociedad-global. Cuando se genera este
gran ente, es a través de él que las sociedades se relacionan, de manera que
las relaciones inter-sociedades, afectan a todas las demás. Hay que entender
que las sociedades aportan al ente mucho más que una cultura, de la misma
manera que una persona aporta mucho más a una sociedad que simplemente el ser
físico (ya hemos dicho antes que es más complejo). Es decir que ese gran ente,
aunque diferente de cada una de las sociedades que lo componen es el reflejo de
las mismas y su desarrollo. El problema está en la estructura evolutiva social,
pues para que una sociedad individual se desarrolle, necesita de otras para
interactuar, y esto ocurre ya a través de la sociedad-global. Pero ésta no evoluciona normalmente debido a la
imposibilidad de interactuar con otras, así que literalmente deja que unas
sociedades se destruyan para mantener el modelo. Las sociedades que se ven
beneficiadas de algún modo por este modelo (muchas), para continuar
evolucionando del mismo modo que lo hacen, tienen que mantener las relaciones
tal y como están, por tanto el modelo de sociedad-global
no cambia. Tanto es así, que otras tantas sociedades (denominadas emergentes),
se suman al modelo actual (por eso son emergentes) agravando el problema. El
fracaso de la sociedad global queda patente, o ha quedado patente, desde el
momento en que todos tenían en su mano acabar con las circunstancias
infrahumanas de algunas sociedades a través del ente, y aun así no se ha hecho
por querer mantener el desarrollo de otras muchas.
La
sociedad, el paradigma del desarrollo humano, de evolución como especie
“superior”… se pudre: el flujo bidireccional con el gran ente la envenena. Por desgracia
la estructura global no se puede obviar, y es el único medio que tienen las
sociedades para interactuar entre sí. Este medio está desvirtuado, o
edulcorado, por el interés general de no cambiar un modelo equivocado, de
manera que el equilibrio que debería ser una sociedad simple (que vista desde
el individuo, desde dentro, es como una gran estructura) se pierde, porque sólo
un sector o una parte de la sociedad (y con “parte” no hay por qué referirse a
individuos, una sociedad es mucho más) puede mantener el flujo bidireccional
con el ente global, ya que éste, a su vez, se apoya más en unas sociedades que
en otras. Lo que en realidad queda es el simple hecho de continuar imbuido en
la mecánica evolutiva social (ya destruida), cueste lo que cueste; hasta el
punto de crear la sociedad en función a eso, y no de adaptar o buscar un modelo
en función de las sociedades. Por tanto el individuo como persona integrante de
una sociedad simple, queda relegado
al último lugar en la escalera de intereses, ya que no se genera una sociedad a
su medida, sino a la medida del ente global. Esto es un círculo vicioso complicado
de abarcar y comprender, hasta el punto de que se adoptan las sociedades al
sistema y no al revés, el sistema a las sociedades. La mecánica evolutiva
debería de adaptarse al momento de crecimiento de las sociedades, y no al
contrario (como está ocurriendo). Nos sentimos entonces mangoneados, y
dirigidos. Es por ello que se dice que se es esclavo de la sociedad, pero es un
error conceptual al estar inmersos en la espiral destructiva. Pero este
pensamiento, este error, marca tendencias y refuerza el modelo actual. Ya que
si yo pienso que soy prisionero de la sociedad, no puedo hacer nada, por tanto
el modelo no solo no cambia, sino que sale reforzado al creer que en realidad
no se puede hacer nada.
Tendríamos
que comenzar por cambiar el concepto; el individuo, a pesar de ser el
responsable último de la destrucción del modelo actual, también es el único que
puede cambiarlo, pero hay que empezar por darnos cuenta de que todos somos
sociedad, de que vamos en la misma dirección aunque no lo parezca, y que no nos
podemos desligar, no porque seamos prisioneros, sino porque es nuestra
naturaleza convivir en sociedad, es nuestra responsabilidad crear la mejor para
todos. Cuando se habla de simbiosis, se está haciendo referencia al modelo real
de relación entre el individuo y la sociedad, pero lo hemos desvirtuado hasta
tal punto, que más bien parecemos parásitos (las personas) del gran ente sociedad-global… pero sólo lo parecemos,
la realidad es más difícil de asimilar.
La cruda
realidad es que la sociedad lleva tanto tiempo evolucionando en relación a un
modelo y no a sus individuos, que se ha convertido en un parásito del individuo.
El ente sociedad ha adquirido una postura parasitaria en relación a sus
miembros, porque el único objetivo es mantener el modelo global actual. Esto ha
ocurrido gracias a dos cosas; primera porque nuestra actitud ha convertido la
simbiosis en una relación parasitaria en muchos aspectos: la sociedad nos
consumo porque creemos que somos prisioneros; segunda porque la sociedad sin el
individuo no es nada, así que se sirve de él para mantener la estructura
necesaria. Este modelo ha relegado la relación simbiótica a la mínima
expresión: en teoría la sociedad mantendría las necesidades de sus individuos
para que éstos siguieran reforzando el modelo. Pero esto es hacer funambulismo
sin red: un traspiés y puedes matarte. De la misma manera que el ente sociedad-global practica el canibalismo
con algunas de sus sociedades para mantener a otras que soportan el modelo. La
sociedad simple también hace esto con sus individuos cuando tiene que proteger
el modelo. Lo triste es que si cogiéramos un cuchillo y abriéramos el corazón y
el cerebro del ente sociedad, nos
encontraríamos a nosotros mismos.
Una sociedad debería proteger a todos sus
individuos como base y parte fundamental de la evolución primaria, que es la
que realmente le da el rango de sociedad. Cuando esto no ocurre, cuando no hay
herramientas para salvaguardar a las personas que la componen, se puede decir
que hemos
fracasado como sociedad, aunque ésta continúe evolucionando o
relacionándose a través del ente global.