viernes, 24 de febrero de 2012

LA ARROGANCIA DE LA RAZA HUMANA (I): EL LEGADO DE LOS CONQUISTADORES


En realidad miramos la historia de “reojo”, porque no queremos darnos cuenta de nuestros errores y de lo poco que hemos cambiado en algunos aspectos. Para distinguirnos del resto de los animales por nuestra capacidad de razonar, hemos sido extremadamente irracionales en la relación entre distintas etnias, culturas y estilos de vida. “La arrogancia de la raza humana”, son una serie de artículos que intentarán demostrar, que hemos sido y somos incapaces de entender que nuestra concepción de la vida, de la moral, de bien y el mal, etc. no tiene por qué tener sentido más allá de nuestra propia civilización.
Creerse en posesión de la verdad es algo que se repite día a día de manera individual. De forma que se intenta hacer ver a los demás que realmente están equivocados. Si esto no se consigue es posible que no ocurra nada, pero si chocamos contra “otra verdad” que es opone radicalmente a la nuestra… la confrontación puede ser violenta. De los millones de ejemplos que podría poner, mencionaré la política o algo tan banal como el fútbol. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Esto se multiplica exponencialmente cuando; primero, toda una sociedad está convencida de una “verdad”, y segundo, nos apoyamos en que somos seres civilizados y racionales. Efectivamente somos tan cortos de miras que manipulamos el empirismo a conciencia pero “sin darnos cuenta”, para apoyar nuestros motivos. Consecuencia: A lo largo de la historia se han utilizado términos como, “infieles, salvajes o bárbaros”, por decir los más conocidos, para distinguir a aquellos que, de una forma u otra, no compartían nuestro estilo de vida.
Sin restar importancia al mérito que han tenido los grandes descubridores y conquistadores de la historia, no podemos pasar por alto, sobre todo en la cultura occidental, el afán por imponer nuestro estilo de vida, creencias, moral… nuestra cultura en general. Desde los romanos, hasta la colonización norteamericana, pasando por la reconquista española y el descubrimiento de América, se ha intentado a sangre acero y fuego, erradicar aquellas religiones, ritos, costumbres que no se adaptaban a las nuestras o que, tal vez, pudieran resultar un peligro o “inapropiadas”. Lo propio hicieron otras culturas anteriores a éstas, y también en otros lugares del planeta.
Sólo hay que echar un vistazo a los libros de historia para comprobar la vanidad del ser humano al creer que su moral, su forma de ver las cosas, es la única posible y verdadera, relegando las demás a la nada, y de paso, adquirir poder sobre las civilizaciones conquistadas. Esta presuntuosidad de la que hacían gala nuestros antepasados, sólo trajeron guerras, enfermedad y miseria. Recelos que se han ido convirtiendo en rencor por el paso de los años. Odio entre culturas que hoy día todavía es motivo de enfrentamientos.
Ahora nos vanagloriamos de haber evolucionado hacia la tolerancia y la comprensión del resto de las culturas. Pero lo cierto es que en la mayor parte del mundo, incluso en países donde la política en principio es contraria, se ha adoptado el modo de vida occidental; lo que nos hace tener una poderosa confianza en lo que es mejor para el mundo entero. Ese es el legado de los conquistadores, la falsa creencia de que teníamos razón.
Creemos que nuestros conceptos de bien y mal son los correctos, nuestra moral y ética acertada, adaptada a la convivencia generalizada etc. Y todo lo demás son situaciones que deben evolucionar hacia nuestro punto. De manera que no nos hace falta conocer una cultura, sea cual sea, para juzgarla. A veces consideramos que la situación de determinados países es producto, sólo, de su manera de entender las cosas. Tal vez si miráramos atrás veríamos que, de una manera u otra, otras culturas, por ejemplo, la nuestra, intentaron intervenir en su momento.
Nuestra petulancia, ignorante o no, nos deja el triste margen de permitirnos el lujo de considerar todo aquello que no se asemeja a nuestra manera de entender la vida, inferior, y que, a la larga, desembocará en el extremismo, integrismo, pasividad, “comunismo”, fascismo, y en largo etc. Errores éstos de la sociedad, igual de graves que el pensar que una civilización tiene la “verdad absoluta”, ya que, sin este concepto, éstos últimos que hemos nombrado no hubieran existido.
Ya no nos lanzamos a la conquista de otras tierras (casi), como nuestros antepasados. Ni es necesario entregarnos a viajes sin fin en pos del descubrimiento (al menos no en nuestro planeta), pero seguimos creyendo, como creían ellos, que nuestra forma de entender la vida es la mejor, y que el mundo tendría menos problemas así. Es esa un arma muy poderosa en manos equivocadas. Porque una convicción exacerbada moviliza países, adoctrina sociedades y desata guerras.

Enrique Cabrera

viernes, 10 de febrero de 2012

UN NANOSEGUNDO


Aquel maldito semáforo otra vez. No tiene prisa, pero la presión lo pone nervioso. El tiempo que permanece “abierto” es… ridículo. Y esa pendiente… dificulta la maniobra.

Mantiene el embrague pisado, hace ya tiempo que el rojo reina, no quiere despistarse. Es un coche antiguo, el pedal está duro, la pierna se resiente. La primera velocidad está engranada lista para sacarlo de allí. Y sucede. Parece cámara lenta, como si el rojo desapareciera poco a poco. Mira hacia delante. Liberara el embrague, un centímetro dos tr… “Piiiiiiii”. El sonido estridente de la impaciencia irracional. Pierde el control de la pierna izquierda. El vehículo da un gran brinco hacia delante parándose en seco. Más conductores protestan. Gira la llave. Otra sacudida. Olvidó pisar el embrague. Otro intento. Más estruendo. El color amarillo. Acelerón en vacío. Color rojo.

Todos pitan al unísono, filarmónica de la estupidez. Todo vuelve a empezar. La presión de la impaciencia ajena vuelve a acongojarlo.

Efectivamente; definición de nanosegundo: “tiempo transcurrido desde que un semáforo se pone en verde, hasta que el más imbécil de los conductores toca el claxon”.

Enrique Cabrera

miércoles, 8 de febrero de 2012

EL MIEDO DEL MEDIOCRE ES LA MARGINACIÓN DEL MÁS APTO


Lo queramos o no, por lógica matemática, la mayoría de las personas de una sociedad somos mediocres. Sí, mediocre no es más que “de calidad media”. Una persona que sin ser superior al resto en nada, hace bien su trabajo. Por tanto, como la mayoría de nosotros.
  
Hemos creado una sociedad en torno a la mediocridad, ya que por ser mayoría, todos los aspectos  de dicha sociedad deben adaptarse a ello. Todos los entornos en los cuales hemos de desarrollarnos, son mediocres, ajustados a lo que la mayoría necesita. Esto ha supuesto llevar por un camino equivocado el concepto de igualdad y oportunidad en los ambientes que, a lo largo de nuestra vida, pero sobre todo en los referentes a nuestras primeras etapas, nos sirven de contexto para nuestra realización como individuos. Para intentar explicar esto lo mejor posible, lo haremos sólo hacían referencia a dos ámbitos: la educación y el ámbito laboral.

Es triste y vergonzoso, leer expresiones como: “la problemática del alumnado superdotado”. Es triste y vergonzoso, que muchos países nieguen la existencia de tales personas. Y es triste, y vergonzoso, que nuestra reacción en una clase sea la de “no decir que alguien es mejor que los demás” para que “los demás” no se sientas agraviados. Ese es nuestro concepto de igualdad y oportunidad en el sistema educativo. Si al que es menos dotado hay que echarle una mano y al mediocre hay que darle un empujón (algo lógico); al más dotado hay que darle una escalera para que sea capaz de desarrollar todo el potencial. Pero no. Darle a ese alumno más herramientas para que prosiga por delante es “marginar” al resto. Parece que admitir que un alumno es muy inteligente (admitirlo delante de los demás), es lo mismo que decir que el resto son unos lerdos. Nuestro sistema está tan acostumbrado a ser mediocre, que no hay cabida para personas excepcionales. No estamos preparados, no nos preocupamos mucho de ello, y rara vez se apoya al más listo; porque es “listo”, y puede apañárselas solo. Esto puede generar una deficiencia en el niño o en el adolescente.  Esa falta de atención en pos de alumnos menos capacitados que ellos, a la larga podría enclavarlos, a ellos mismos,  en esa “mayoría mediocre”. Ocurre más veces de la que imaginan.
               
En el aspecto laboral es mucho más patético. Simplemente se tiene miedo de admitir que alguien es el mejor, o mejor que nosotros. Envidias a parte, en muchas ocasiones una persona no llega a más, porque no tiene a su alcance los medios necesarios para ello. Por motivos de inversión, de dificultad, de equipo cualificado etc.

Por una razón u otra, por error sistemático, por motivos personales (miedo), de inversión o estructurales, en esta sociedad ser “el mejor” o “muy bueno”, no compensa.
                
 ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué en una sociedad avanzada y “comprensiva” en la cual “todos quieren continuar hacia un mundo mejor”, un genio no tiene la suficiente ayuda? Porque los estamentos más importantes a nivel gubernamental, científico, educativo, económico, comercial etc., están “comandados” por mediocres. No, no quiero la utopía de Platón. Lo que quiero es que dejen de tener miedo por su “culo” y se den cuenta de que uno de esos genios, un día, podría salvárselo.