domingo, 22 de abril de 2012

LA ARROGANCIA DE LA RAZA HUMANA IV: EL ARMA INTANGIBLE DE LA RELIGIÓN


No existe ni  ha existido sociedad alguna sin política o religión. Eso ya nos tendría que hacer pensar cuán importante  es creer en algo para el ser humano.  Es esa necesidad inherente a la humanidad la que convierte a la religión, gracias a nuestro consentimiento inconsciente, en el sistema más dictatorial y totalitario que existe. Regulando desde la forma de pensar, hasta la manera de actuar. Y es, sin ningún tipo de dudas, el método más efectivo para conseguir un adoctrinamiento pleno e irracional: el instrumento más eficaz que tiene la raza humana para conseguir sus fines u ocultarlos. Y no hay, ni habrá, arrogancia tan brutal, sinsentido, ciega y radical, como de la que se hace gala blandiendo los “argumentos” que una religión otorga. Porque, si bien afirmábamos que la ideología era el arma más poderosa que una persona puede esgrimir, hay que decir que la religión no es sino una ideología apoyada en la mera creencia. Y no hay nada más destructivo que la creencia firme e incondicional en algo que no se puede demostrar, porque tampoco se pueden aportar pruebas en contra. Nada hay contra la Fe.

La presencia religiosa en las diferentes sociedades a lo largo de la historia ha sido variada, dándole más o menos importancia en función del estatus otorgado por los miembros de la misma. De esta manera  puede estar unida íntimamente con la política, meramente apoyada y consentida, completamente separada, o consignando un estado político-religioso; un modelo que nunca ha dado buen resultado.

Es difícil discernir si fueron primero los gobiernos los que se sometieron ante las creencias religiosas, o fue ésta la que impunemente entró a manipular al estado (sea cual fuere). Lo  indiscutible es que siendo un medio tan eficiente para manejar a una comunidad, era cuestión de tiempo que se fundiera con la política, independiente de qué fuera primero, si el huevo o la gallina, puesto que todos ganan (entendiéndose como todos, aquellas minorías que dijimos que adoctrinaban a las sociedades).

Habría que reflexionar sobre cómo es posible que una creencia genere tanto poder y sea tan peligrosa. La religión es la única “necesidad intangible no inculcada”. Es decir: el ser humano tiene la necesidad de creer en algo, y dicha necesidad no es el producto de una campaña ni conspiración orientada a tal fin, sino inherente. Nacemos con una carencia de valores morales que históricamente ha sido atendida por las religiones de turno, sin ningún tipo de resistencia. Pero no es una ideología más, pues ofrece aquello que ninguna otra puede, la esperanza de la inmortalidad, y explicación para lo desconocido. Es indiscutible que la aflicción que siente el ser humano ante algo tan sobrecogedor como la muerte, y tan desalentador como lo inexplicable, lo hace “presa” fácil. Pero además las religiones tienen con dos componentes con los que no cuentan otras ideologías: el miedo por la condenación, y la Fe: su arma más poderosa y destructiva.

Visto de esta manera casi no se puede culpar a los individuos de una sociedad de ser manejados como peleles. Ya que se nace sin moral ni ética, en un entorno con unas normas de comportamiento social marcadas, y es la religión centenaria aceptada por todos, la que se ocupa de enseñarte e integrarte en la comunidad, dándote unos valores, respuesta a aquello que se desconoce y ofreciéndote la inmortalidad. A cambio hay que seguir unas reglas de obligado cumplimiento so pena de la eterna condenación y el castigo de los dioses… si una sociedad entera lo acepta, no puede ser mentira. La consecuencia de esto es la interiorización más irracional y aprehendida a la que se pueda enfrentar un ser humano, dando lugar, claro está, no sólo a ignorar al resto de creencias, sino a dar por verdadera, única, cierta e indiscutible la de uno mismo; Fe, irracionalidad, auto-convencimiento absoluto y radical. Si dios está de mi parte, ¿quién va a estar en contra? ¿Quién osaría a estarlo? Sólo infieles, blasfemos, brujas, bárbaros, salvajes o cosas peores. Más tarde llegaron librepensadores, científicos etc.

Solo yo tengo razón, sólo lo que yo creo es “irrefutable a la luz de la falta de pruebas”, lo que tú crees no (aunque de igual forma carece de pruebas a la vez que es irrefutable para ti), y por eso mereces morir. O ser convertido. O despojado de tus tierras. O  esclavizado. ¡Matémonos unos a otros en nombre de dios! Porque sólo mi creencia es la verdadera. La Fe: arrogancia en estado puro, duro… y radical.

Ya sé. Muchos pensarán que eso es cosa de la edad media; de analfabetos e incultos manejados por el ansia de poder y riquezas de unos pocos. Esta vez no voy a intentar demostrar que sigue ocurriendo, por respeto a las creencias religiosas, y por si ofendo (sin querer) a alguien; pero recordad: “No hay sociedad en el mundo sin una religión.” ¿Y qué ocurriría si la mayoría de los sistemas políticos fueran también religiosos? Que tendríamos que “rezar” para no cometer los errores del pasado, errores que ya se comente en la actualidad. Las religiones han cambiado obligadas por las sociedades en su progreso, ¿qué pasaría si no hubieran tenido esa necesidad?

No hay arrogancia mayor que la que la Fe confiere, ni con mayor peligro; pues es capaz de alejar a un hombre de lo que predica. Aunque sea una paradoja, no se persigue, mata y somete en nombre de un dios, sino porque las “otras creencias no son las verdaderas”.



 
ENRIQUE CABRERA