martes, 24 de enero de 2012

LA IMAGINACIÓN. ESE RINCÓN OSCURO.

     Siendo técnicos podemos decir que la imaginación es un proceso superior de la mente por el cual manipulamos información intrínsecamente generada. O bien, si hablamos de los “sentidos de la mente”: representar y manipular información recogida previamente del exterior. Es decir, generar y manipular todo tipo de estímulos habiendo tenido previamente una experiencia de los mismo o no. Ergo, representar cualquier tipo de situación, simple o compleja, existente o no. Real o irreal. ¿Qué significa esto exactamente para un individuo? Poder.

La imaginación es ese lugar en nuestra mente donde no hay límites: ni morales, ni éticos… ni legales. No es necesario el autocontrol, ni la mesura. Ahí se da rienda suelta a los deseos. A los instintos que la inteligencia, poco a poco, ha ido relegando a lo más profundo de nosotros mismos. No existe el bien ni el mal, sólo la necesidad de recrear aquello que no podemos desarrollar en el plano físico; bien por ser imposible, inmoral, ilegal. Y que nos acarrearía el desprecio del resto de los individuos de la sociedad.

Nos vemos ahí representados tal y como somos, o como nos gustaría ser o… en el peor de los casos (amargo), nos damos cuenta de lo que somos en realidad. Se pueden amasar y dar forma a las más retorcidas ideas. A los más oscuros e inconfesables deseos. A las más descabelladas teorías. A los más despreciables sentimientos. Y más que eso. Podemos proyectarlo sobre las demás personas que conocemos, sometiendo, en nuestra imaginación, a todo aquel que queramos, destruyendo a cualquiera que se interponga en nuestro camino, humillando a cuantos creamos que merecen serlo… poseyendo a quien se nos antoje. ¿Es menos “malo” si sólo se imagina? La obligada moral hace que la respuesta sea “no”. Y nos obliga a más que eso. En nuestro afán por posicionarnos dentro de nuestra sociedad, en un lugar aceptado, se califica de enfermos, locos, psicópatas etc. a quienes admiten en público haber imaginado tales cosas. ¡Ah! Pero es que la hipocresía es un comportamiento aceptado si con ello se beneficia la mayoría. Y que nadie se sienta ofendido, pero que tire la primera piedra la persona que nunca haya imaginado algo… éticamente incorrecto.

¿Dónde está el límite entonces? Para la imaginación no la hay. Seguiremos imaginando cuanto queramos, con quién queramos, cómo queramos. Continuaremos satisfaciendo nuestros instintos más reprochables a través de la corteza cerebral. El límite está, precisamente, en el mismo lugar donde se genera la imaginación; en la corteza, ya que ahí reside nuestro juicio. El que nos tiene que decir que lo que imaginamos no puede llevarse a cabo, sean por las razones que sean. Si la imaginación por sí sola no es suficiente para saciar aquello que fuere que ha motivado el hecho de generar una escena, y manipularla a nuestro antojo, el juicio necesario para convivir en una sociedad como la nuestra, no será suficiente para impedir que llevemos a la práctica lo que previamente se ha imaginado. ¿Dónde queda la razón? Desgraciadamente la razón es altamente manipulable, sobre todo por nosotros mismos (la nuestra se entiende). No siendo un obstáculo demasiado importante a salvar si el juicio ya se ha visto nublado.

Podríamos pensar que todos somos, por tanto, peligrosos por el hecho de tener una imaginación completamente libre. No es así. Nuestros sistemas de represión, tan bien estudiados por nuestro amigo Freud, no sólo sirven para crear complejos y fobias que nos machacarán la mente a lo largo de los años. No. También sirven para atajar según qué… “procesos imaginativos” (las rozones las expondremos en otra ocasión). Pero eso no quita que la imaginación sea nuestro “cuarto oscuro consciente”, donde me encierro y puedo hacer lo que yo quiera.

A estas alturas ya habrán pensado que la imaginación también ha propiciado grandes logros en la historia de la humanidad. Indiscutible. Pero no le temo a esa imaginación. Sino a aquella que “no se puede” mostrar y que en ocasiones escapa al juicio y la razón. Le temo a la imaginación que propició la eliminación sistemática de 24millones de personas. O a la que mantenía a compatriotas en campos de concentración en Siberia. O la que propicia creerse poco menos que un dios (líder). O la que derrumba edificios. O la que consigue un suicidio en masa de 900 personas. O la que entra en un bar y mata a tres individuos. La que dispara un tiro en la nuca. La que daña a niños. La que maltrata. La que somete.

Todos tenemos, más o menos desinhibido, ese rincón oscuro donde damos rienda suelta a nuestros deseos e instintos, incluso al margen de la moralidad.  El motivo es simplemente, que somos humanos. Pero traspasar los límites de una imaginación “malsana”… eso, nos convierte en monstruos.

miércoles, 18 de enero de 2012

TODO TIENE UN COMIENZO

El barco mágico que navegaba sin velas hacia el rumbo que dictaba el corazón del capitán, único tripulante, amaró en un puerto pequeño y desconocido después de un viaje interminable. Había llegado hasta allí tras cruzar el horizonte durante la noche. El amor por kora, el hada de la contemplación, parecía haber guiado la nave a un mundo suspendido entre la fantasía y la realidad. Al desembarcar comprobó que estaba habitado por hadas y niños, pero por más que buscó no encontró a kora. Uno de esos seres mágicos le dijo que allí, en el lugar donde moran los niños, era poco necesaria el hada de la contemplación, pues los jóvenes habitantes no apreciaban tales valores. Por eso es que desapareció. Afligido y enojado, supo entonces por qué el hada lo visitaba cada noche: para huir de ese lugar que acabaría por destruirla. A sabiendas de que su navío jamás partiría de allí, porque nunca amaría a nadie como la amaba a ella, declaró la guerra a los niños culpándolos de su desdicha. Fue por el amor de un hada, que el capitán James Hook quedó atrapado en Nunca Jamás, convirtiéndose en el peor enemigo de Peter Pan.

ENRIQUE CABRERA

viernes, 13 de enero de 2012

"SER" Y "EXISTIR".........."COGITO, SUM"


René Descartes postuló, tras dudar de todo aquello que lo rodeaba, que el único hecho indiscutible era precisamente, que dudaba. Los sentidos, la razón, la causística… todo podía ser un engaño causado  bien por nuestro propios sentidos; Dios (a través de la razón, poniendo como ejemplo las afirmaciones matemáticas), o, para aplacar a los creyentes más acérrimos, un “genio maligno” (alegoría en la cual no vamos a entrar, pero que tiene que ver, igual que en el caso de Dios, con la razón). Su “primera verdad” desprendida del hecho de desconfiar de todo fue: “pienso, existo” (“cogito, sum”); por dos motivos, el primero era que para poder se engañado había que existir, y el siguiente el hecho mismo de no poder dudar de que estaba pensando (esta sería, resumido en exceso, una de las teorías más importantes de Descartes).
            Admitiendo un profundo respeto por Descartes, filósofo, matemático, físico y padre de la filosofía moderna, he de decir que su teoría me parece egocentrista por dos motivos. Uno de ellos porque limita la “característica” de existir exclusivamente al ser humano, ya que seríamos los únicos, a priori, no ya de poder pensar, sino de ser conscientes de ello. En segundo lugar porque es una visión individual de la existencia, ya que, siguiendo su propio razonamiento, una persona estaría segura exclusivamente de la suya propia, y no de la de los demás, porque éstos también son percibidos a través de los sentidos, y nuestros sentidos pueden engañarnos.
            Ahora es cuándo todos aquellos que saben más filosofía que yo, me “echan a los perros” al afirmar que la teoría de René tiene errores conceptuales y de perspectiva.
            Para aquellos que continúan leyendo, comenzaremos por los conceptuales. Estando de acuerdo en que nuestros sentidos pueden distorsionar la realidad, hecho que se podría ejemplificar ampliamente, no podemos afirmar tan alegremente, que un objeto no exista por el simple hecho de que puedo no percibirlo en su auténtica naturaleza, de manera que estaría diciendo que todo aquello que yo no pudiera percibir o que fuera susceptible de ser una distorsión o engaño de mis sentidos, simplemente no existe. De esa manera parece que la existencia está supeditada a mi percepción. Un objeto, en el supuesto que no estuviera ahí realmente, sea en mi mente, en la de Dios o en la de un genio maligno, existe. Y si realmente está en ese lugar, sea de cualquier manera diferente a la cual yo lo percibo, también existe. Descartes no diferencia entre “existir” y “ser”. No podemos limitar la existencia a un nivel físico, ni siquiera mental. Se existe si a nivel pre-consciente, consciente o subconsciente, se realiza una proyección o interpretación de cualquier cosa, objeto, sentimiento etc. Los pensamiento existen, los sentimientos, los sueños... Son realidades que dependen de nosotros, pero son “reales”. De la misma manera, un objeto cualquiera, que puede que no sea exactamente como yo lo percibo, existe, puede que sea cierto que es un engaño de mis sentidos, pero existe, aunque sea a ese nivel. La prueba está en que no todo el mundo percibe las cosas de la misma manera, hecho que, en mi opinión, reafirma la existencia. Y qué egocéntrico sería, además, si dijera que lo que no soy capaz de percibir, aunque fuera erróneamente, no existe. ¿Qué es entonces el “ser”? Permitidme, para aquellos que todavía leéis, que para explicar esto, hable del segundo error de René, el error de perspectiva.
            Estoy de acuerdo con Descartes en que es necesario confirmar que nosotros, al contrario de los pensamientos o los sueños, somos independientes, que no estamos dentro de una consciencia superior, ni vivimos en urnas donde somos manipulados para “imaginar” todo esto que nos rodea (Matrix). René asegura que la confirmación de nuestra propia “existencia” (primer error recuerden) es el hecho de pensar (ya que se duda), eso significa que un objeto inanimado no existe, ni una planta, etc… algo completamente ilógico ya que, aunque fuera de manera errónea, están siendo percibidos, y aunque fuera en nuestra imaginación o por inducción, existen. Es ahí donde hay que cambiar la perspectiva e introducir el concepto de “ser”. En relación a la perspectiva diremos que el “simple” hecho de pensar no afirma nuestra “existencia” independiente, tan sólo podemos afirmar que pensamos y que dudamos, algo que podría ser inducido por nuestro amigo el genio maligno, o Dios. Hay que ir más allá, no sólo “existimos”, sino que “SOMOS”, y lo hacemos de manera independiente por la capacidad de desarrollar nuestras propias teorías a raíz de las preguntas que nos hacemos del mundo que nos rodea. Haced un esfuerzo y recordad que, por ejemplo, en un sueño pensamos, pero no realizamos suposiciones ni desarrollamos teorías, ni nos hacemos preguntas del extraño mundo que nos rodea, simplemente lo comprendemos por muy ilógico, o abstracto que sea, es sólo al despertar cuándo nos sobrevienen las dudas acerca de ese mundo tan extraño que, por un momento, se ha creado en mi mente. Ese sueño ha existido, pero no “es”. Yo “existo” y “soy”. Existo porque puedo ser percibido por los demás, y, aunque no fuera percibido por nadie, yo sería consciente de mi mismo. “Soy”, porque tengo la capacidad de generar mis propias teorías y razonarlas, lo que demuestra que no estoy en la consciencia de nadie, ni pertenezco a un sueño, ni nada por el estilo.
            Se puede “existir” sin “ser”, pero no al contrario. “Ser” es un concepto mucho más amplio. “Pienso, existo”, es sólo el comienzo.

lunes, 9 de enero de 2012

¿PENSAR ESTA PASADO DE MODA?


            “Piensas demasiado” “Mejor no pensar en eso” “No le des tantas vueltas”, y mis preferidas “No lo pienses mas, las cosas son así” “No lo pienses mas que no tiene solución”, o esa extraordinaria “No hace falta entenderlo….” Junto con, “las cosas son como son”, y tantas otras que me habré dejado atrás, algunas intentado dar un toque interesante al interlocutor, como “pensar es peligroso”, demuestra que pensar está pasado de moda, o es una práctica poco valorada.
            Presocráticos, socráticos y todos los filósofos de todas las épocas posteriores, tendencias, y opiniones, deben sentir, o sentirían (no quiero meterme en creencias), una enorme pena y decepción por el cariz de pasividad filosófico-científico-moral en el que se han acomodado las sociedades actuales. Y no sólo ellos, los científicos e inventores de todos los tiempos también, porque, por poner un ejemplo, a nosotros nos puede parecer normal que si salto desde una ventana, caiga hacia abajo. Lo curioso es que, antes de Newton, también era normal. Y eso que no se sabía nada de la gravedad. Ya sabéis: “las cosas son como son.” Menos mal que a Sir Isaac no le pareció tan normal.
            Dejarnos aborregar imaginando que la realidad es la que es, sin más, es un error que ahora más que nunca, se está cometiendo. No, no vamos entrar en si lo que veo es real o no, pero si afirmamos que las cosas “son como son”, nunca jamás encontraremos el porqué de todo aquellos que nos rodea. Hacerse preguntas, a pesar de que la respuestas no estén a nuestro alcance, es la manera de que, algún día, se puedan contestar. Es la manera de continuar adelante. Es la manera de solucionar problemas, todos.
            A veces no se piensa por miedo a encontrar la respuesta correcta. Una respuesta que puede hacernos ver una realidad diferente de la que creemos y en la cual estamos acomodados. Aunque en el fondo, la mayoría de las veces, ya conocíamos la respuesta, tal vez por eso intentamos evitarla. Otras veces son otros los que no quieren que los demás piensen, porque las respuestas los pondrían en un compromiso. Menos mal que durante la historia siempre ha habido personas que no se han dejado amedrentar ¿verdad? De lo contrario ahora no estaríamos dónde estamos.
            Poco a poco nos hemos dado por satisfechos acerca de aquello que nos rodea, y complacidos por dejar que otros piensen por nosotros. Puede ser consecuencia del desarrollo de la sociedad, que ha cambiado nuestras necesidades y desviado nuestra atención hacia otras cosas. Eso sería una paradoja, pues en lugar de ir hacia una sociedad mucho más consciente de lo que hay a su alrededor, caminaríamos hacia un mundo en el cual, todo cuanto nos envuelve no sería más que un escenario, pero uno de atrezo, como esos tan bien pintados que nos encontramos en los teatros. Y no lo sería porque realmente fuera así, sino por nuestra falta de interés en saber qué es lo que hay detrás. ¿Es ese el lugar que queremos para vivir?
            Volviendo de nuevo a algo más terrenal, el mundo es como es, no porque sí, sino porque nosotros lo hemos hecho así, por tanto, también lo podemos cambiar. Y más que eso, podemos intentar comprender todo lo que no comprendemos. Filosofar es inherente al ser humano, porque la filosofía nació con la humanidad. Desvincularnos del hecho de sorprendernos, de preguntar “por qué”, es eliminar una parte esencial de nuestra naturaleza.
            La próxima vez que os digan eso de, “piensas demasiado”, contestad preguntando: ¿Demasiado, en relación a qué?


sábado, 7 de enero de 2012

"LA MUSA. NOVELA DE UNA OBSESIÓN" (EXTRACTO)



"Hasta allí era bella, rodeada de sepulturas, de muerte olvidada, pero muerte, de tristeza tallada en piedra, de epitáficas voluntades, de flores marchitas al igual que el recuerdo que dejó que se marchitaran, de silencio fúnebre… allí ella, beldad revivida en mi  mente. Pero revivida. Delicia esculpida en carne, quimera que anhelo, flor que la primavera no deja languidecer, entre ambos… silencio fausto…"



Extracto de la novela "La musa. Novela de una obsesión." Enrique Cabrera Cebrero.

martes, 3 de enero de 2012

LA PARADOJA DEL LIBREPENSAMIENTO




                 El término comenzó a usarse para definir a los filósofos ilustrados del siglo XVII. Sin embargo, una definición precisa habría que buscarla en el origen histórico del pensamiento revolucionario que dio origen a movimientos tan importantes como la Ilustración o la Revolución francesa. Es ahí, precisamente ahí, dónde se nos viene abajo la teoría, o, mejor dicho, dónde todo queda sólo en eso, en “teoría”. Veamos primero la imposibilidad técnica:
“Un librepensador es una persona que forma sus opiniones sobre la base del análisis imparcial de hechos y que es dueño de sus propias decisiones, independientemente de la imposición dogmática de alguna institución, religión, tradición especifica, tendencia política o de cualquier movimiento activista que busque imponer su punto de vista ideológico o cosmovisión filosófica.”
Ser imparcial es no tener  un juicio establecido de antemano, ni estar a favor o en contra de algo antes de analizarlo. Eso, en la práctica es imposible, ¿y por qué? Porque no somos independientes de la imposición, la tendencia o los movimientos de todo cuanto nos rodea. No podemos aislarnos, fingir que nada nos afecta, y hacer creer a los demás que nuestro raciocinio es como una tabla rasa (que indudablemente está a la intemperie). En realidad sí que fingimos que nada nos afecta y que somos un cúmulo de todas las cualidades que nos harían imparciales, pero eso, estaríamos fingiendo, incluso a nosotros mismos, algo qué se nos da muy bien, por cierto.
Curiosamente el hecho de que sea imposible nuestra imparcialidad, es que somos conscientes, y tenemos conciencia. Somos conscientes de todo cuanto nos rodea y nos afecta, directa o indirectamente, obviamente actuamos en función a eso, pero sobre todo, el librepensamiento es imposible tal y como se ha expuesto, porque tenemos conciencia, ese término puramente metafísico que está relacionado con otros con la misma cualidad como el espíritu humano, el conocimientos interior, el bien y el mal, la reflexividad, percepción de sí mismo y del mundo que le rodea… Ese concepto que la filosofía a amarrado a los actos en función a la moral, que nos ha hecho diferentes al resto de los seres de este planeta, es precisamente, el que, por su naturaleza, hace imposible el librepensamiento como tal. Porque pertenece sólo y exclusivamente a nosotros mismo, y nosotros, no somos, sino un cúmulo de experiencias, de vivencias a través de las cuales generamos nuestras opiniones. De ahí que sea imposible ser imparciales y mucho menos, no estar influenciado por nada o nadie.
¿Lo dicho anteriormente implica que no somos dueños de nuestras decisiones? No, sí que somos dueños de nuestras decisiones. La pregunta es, ¿las tomamos  en función a nosotros mismos o en relación a lo que nos rodea? Obviamente no podemos deshacernos de todo cuanto acontece a nuestro alrededor, tal vez, hubiéramos preferido actuar de otra manera, pero las circunstancias me lo han impedido. Por tanto, sí que somos dueños de las mismas, pero somos esclavos de las circunstancias que nos hicieron tomarlas.
Llegados a este punto más de uno me habrá tachado de manipulador, y que la retórica bien sirve aquí al fin que busco.  Dejemos a un lado pues, las definiciones tanto de librepensamiento como las demás que hemos utilizado, alguien siempre puede decir que el librepensamiento tiene que ver sólo y exclusivamente con lo que se piensa y opina, y no con lo que se hace o dice. Vale, desvirtuando completamente el espíritu en sí del tema que nos ocupa, e imbuyéndonos en la aceptada y reconocida por todos “hipocresía colectiva”, he de decir que el librepensamiento se convierte en una mera fantasía, un consuelo para muchos que dicen tener una opinión “políticamente incorrecta”, motivo por el cual no son capaces de exponerla.
Paradójicamente, siguiendo con este “seudo-librepensamiento”, hemos de decir, que en una sociedad como la nuestra, en la que, “supuestamente”, se nos ha dado la libertad para pensar y opinar, siempre habrá una mayoría, por convicción o comodidad, pero la habrá. Por tanto, pensar de manera diferente a esa mayoría siempre seria “políticamente incorrecto”. Somos nosotros mismos y nuestra forma de ver las cosas lo que hace que la expresión  “librepensamiento” carezca de sentido, y se haga, de una manera y otra imposible. Porque, hay que pensar… "si las opiniones no se pueden dar, por miedo, o por comodidad, entonces, el pensamiento no nos hace libres, sino prisioneros."