viernes, 30 de diciembre de 2011

PROLOGO DE "LA MUSA. NOVELA DE UNA OBSESION". POR JAVIER ARIZA




Cuando Enrique me pidió que escribiera el prólogo de su primera novela, La Musa, la verdad es que me sentí halagado, dichoso, exultante... Entre casi cincuenta millones de españoles –y muchos más hispanoparlantes-, era yo el elegido. Cierto que Enrique no los conoce a todos, pero sí a los suficientes como para haber podido escoger a otro que fuera más listo, más alto o más guapo que yo (que se dieran todas esas circunstancias juntas ya era menos probable, ya que yo soy bastante alto). Claro, que soy su amigo y la mayoría de la cincuentena de millones restantes, no lo son. Y eso ayuda, digo yo.
Al menos mientras la idea de escribirlo seguía siendo algo abstracto, sólo una intención, mi sensación de triunfo no se alteró. Pero claro, luego llega el momento en el que de verdad hay que ponerse a redactarlo. Cuando de esa idea intangible tiene que surgir algo real que además debe quedar para la posteridad –en el sentido más humilde del término-. Porque es entonces cuando uno se hace la Pregunta… ¿cómo se escribe un prólogo? En ese momento ya no se siente uno tan halagado ni tan dichoso, sino un poco (bastante) desorientado, algo cabreado e incluso deseando haber sido algo más bajito que el resto.
Finalmente llega la hora de ponerse a escribir, y uno tiene la tentación de coger otros libros, otras novelas, y ponerse a leer prólogos para que cada uno –o al menos uno de ellos- le proporcione una idea sobre el qué y el cómo del propio, y del que sacar provecho. Pero conociéndome a mí mismo como me conozco, he llegado a la conclusión de que al hacer eso sólo podría ocurrir una de estas tres cosas que cito a continuación:
La primera es que ninguno de los prólogos leídos me aporte nada, lo que me haría perder un montón de tiempo que podría haber empleado en escribir uno por mí mismo.
La segunda es que encontrara varios que me resultaran interesantes, lo que haría que me dedicara a seguir leyendo y leyendo prólogos, incluso aunque para ello tuviera que comprar más libros, sólo por leer esa minúscula parte de contenido con que se adornan los inicios de éstos. Eso me haría perder aún más tiempo que el caso anterior, me entretendría de la tarea principal de escribir el mío propio y además me costaría mucho dinero.
La tercera y última opción es que encontrara un prólogo que se ajustara a lo que yo quiero escribir –suponiendo que al leerlo yo descubriera qué es lo que quiero escribir- y me de por copiarlo letra por letra, confiando en que nadie que esté en su sano juicio se lee los prólogos de las novelas, y que si acaso los lee no los memoriza ni los recuerda de forma tan siquiera vaga. Pero claro, Enrique se merece de mi parte que sea yo y no otro el que haga el esfuerzo.
Otra forma de hacerlo, que además podría ser más productiva para mí, es la de utilizar el susodicho prólogo en beneficio propio, hablando maravillas de ésta editorial que se atreve a sacar a la luz el trabajo de un escritor novel como Enrique o incluso y llegado el caso, hasta un trabajo mío que algún día les haré llegar para que me lo publiquen. Pero no soy yo dado en demasía al peloteo, al arrastramiento ni al compadreo. Bueno, pero un poquito sí, que todos tenemos un precio y yo estoy en oferta.
La última manera de escribir un prólogo que se me ocurre es hablando de la propia novela en sí o del autor. Pero lo segundo me da una pereza enorme, porque tendería a hablar mal de mi amigo para que no se notara que somos amigos, lo que le haría flaco favor a él y a nuestra amistad; o bien lo ensalzaría como a un nuevo  genio de las letras, como un imprescindible de la literatura, pero eso le haría –otra vez- flaco favor a él y a nuestra amistad. En cuanto a lo primero, hablar de la propia novela… lo haría, pero le encuentro un par de problemas. El primero que debido a mi torpeza seguro que lo que cuento de ella es algo más de lo que debería o mucho menos de lo que haría falta, desvelando el final antes de tiempo o dejando al lector impasible ante lo que insinúo de ella. El segundo de los problemas es que si el autor ya la ha escrito y el lector ya la va a leer, para qué coño tengo yo que hablar de algo que el autor ya dejó escrito mejor que yo y que además el lector ya va a leer en cuanto mi prólogo deje de robarle su precioso tiempo.
Así que la conclusión es que le voy a dar a Enrique las gracias por adjudicarme el honor de escribirle el prólogo, le reiteraré que para mí ha sido todo un honor hacerlo, e incluso le rogaré que en próximas y futuras ocasiones vuelva a acordarse de mí para tan alta responsabilidad. Seguidamente le endilgaré este escrito, si fuera menester incluso empleando la fuerza, y le diré que lo utilice si quiere y es de su gusto como prólogo para su novela. Y que si no lo quiere o no le sirve, que no me lo devuelva. Mejor será que se lo meta muy despacito muy despacito… por el agujero del culo. 

Javier Ariza

     Mis más sinceros agradecimientos a mi amigo "Javi" por haber escrito un prólogo maravilloso.... y que se puede leer. 


miércoles, 28 de diciembre de 2011

FIGURA SOBRE UNA MESA



 En el momento de abrir la puerta tuve la sensación de que algo no marchaba bien. No sabía exactamente qué, aunque no tardaría en averiguarlo.
         Desde la entrada, en la oscuridad, pude comprobar, por el frío que erizaba mi cabello, que el ventanal del fondo del salón estaba abierto, y dejaba pasar, además de una brisa electrificante, algunos rayos de luz procedentes del rótulo luminoso del edificio de enfrente.
         Crucé la entrada con ese escalofrío que recorre la columna vertebral cuando crees que, de repente, alguien se abalanzará sobre ti, pero eso no ocurrió.
 La tenue luz que entraba a través de la ventana hizo que vislumbrara una figura sobre la mesa que no adivinaba reconocer.
         Durante unos segundos mis piernas quedaron paralizadas,  mi cerebro colapsado por innumerables posibilidades. Hipótesis que no podría confirmar si no me movía del lugar en que me encontraba.
         Sin soltar mi maletín comencé a acercarme, con los ojos entornados para intentar reconocer lo antes posible lo que ocurría. Seguía acercándome, con pasos cortos, despacio, inclinando el cuerpo hacia delante, como queriendo que mi cabeza llegara antes que yo. Entonces, de repente, me detuve. Ahora comprendía lo que había sucedido.
Estaba allí, inerte, inmóvil sobre la mesa, junto al objeto con que había sido perpetrado el hecho. Horrorizado solté el maletín, no quería acercarme ni tocar nada. Sin apartar la vista de la espantosa escena, rodee la mesa; cerré la ventana, el aire podía empeorar la situación; seguí caminando y encendí la luz. Entonces pude verlo todo con total claridad.
Del instrumento causante de mi desdicha, del brutal desastre, aun goteaba el líquido viscoso que caía a mi preciosa moqueta blanca, y que seguro dejaría una mancha permanente, pues la tinta no sale.
Me acerqué, cogí la nota de despedida que había escrito mi mujer, y la pluma que seguramente había roto, al poner el punto final.

 








                                                                                                                                   Autor: Enrique Cabrera. 1989




LA MASCARA DE LA MORAL


A lo largo de la historia, las sociedades han ido adaptando la moral al estilo de vida que se iba desarrollando. Esto no es en absoluto hipocresía o como pudieran calificar algunos (hipócritas… ahora sí) amoral. La moral, por más que se quiera demostrar, no es intrínseca al ser humano, ni siquiera la “moral” como concepto, sino a las sociedades. Incluso los términos de bondad y malicia, ligados al de moral, son relativos en función de las personas que observen la acción.
            La moral es cambiante, porque debe ser práctica. De nada nos serviría una moral estancada en los valores del siglo III a. C. o, si se quiere poner un ejemplo mucho más cercano; la moral de la década de los años 70. No, si la moral no nos sirve a nuestros propósitos, se vuelve en contra de la sociedad, valga como ejemplo las morales religiosas en cualquier época, incluso en la actual.
            ¿Cómo ha evolucionado la moral a lo largo de la historia? Depende de las sociedades y la época; ha sido un valor social reconocido, un valor socio-religioso, una imposición religiosa, incluso una obligación inculcada por el gobierno (véase por ejemplo la I o la II Guerra Mundial). ¿Y en la actualidad? Las tendencias filosóficas referentes a la moral dicen que volvemos a teorías aristotélicas, aquellas que decían que el fin último del hombre es ser feliz, y eso, en la sociedad actual… es un arma de doble filo. Y no lo digo porque el fin justifique los medios, sino porque la felicidad, depende en gran parte, de la sociedad en la que nos desarrollamos.
            Independientemente de si es cierto que regresamos a tendencias aristotélicas, la felicidad y el bienestar son claves para vivir en nuestra sociedad. Aquí entra en juego un concepto abstracto que se nos ha ido proporcionando a los largo de los siglos, muchos: el bagaje histórico. Nuestra sociedad, como cualquier otra, esta cimentada por hechos y conocimientos de otras anteriores. Es la gran memoria colectiva de la sociedad que nos impregna desde que nacemos. Pues bien, desde siempre ha habido personas, destacadas o no, que han tenido una forma de pensar distinta, en relación a cualquier campo, también al de la filosofía moral. Muchas de estas personas, científicos, escritores, filósofos etc., y sus seguidores, han sufrido el rechazo de la sociedad de la que formaban parte. La nuestra, no nos engañemos, no es diferente. Hemos avanzado tan rápido, también en nuestra forma de concebir la realidad, que la moral se ha quedado rezagada, pero como la moral debe ser práctica hemos conseguido traer a nuestro tiempo conceptos de “correcta moralidad”, bien protegidos por las leyes, o bien dando argumentos aprehendidos. ¿Y  por qué se hace esto? Por comodidad, porque es mucho más cómodo ponerse la máscara de una moral aceptada por todos qué decir realmente lo que se piensa y el porqué. Hemos dicho que el bienestar depende en gran medida de los demás, destacar del grupo no favorece siempre a este “bienestar”.
            Adolecemos de una doble moral condenando o dando por buenas algunas acciones que en realidad no creemos que debieran ser condenada o aceptadas; no medimos igual las mismas acciones dependiendo del fin, o de las personas o entidades que las lleven a cabo; permanecemos impasibles ante acontecimientos tremebundos, que tal vez no se estén dando en televisión, sino en el portal de nuestra casa, y arremetemos contra hechos insignificantes… etc.1
            Podemos pensar que la sociedad en la que vivimos nos obliga a no decir todo lo que pensamos, o a estar de acuerdo, al menos teatralmente, con cosas que en realidad no estamos. Pero tenemos que pensar que el axioma de la sociedad somos cada uno de nosotros. Cobra vida a través nuestra, pero soltamos las riendas hace tiempo.
           
1.- No he puesto ejemplos porque no quiero que nadie se sienta ofendido ni reflejado. Pero si alguien cree que todo el mundo aplica la moral en base a sus convicciones sin tener en cuenta lo que piensen los demás, o a quién o qué esté “criticando” o “ensalzando”, o no puede poner ejemplos de lo dicho… no está siendo sincero con él mismo.

martes, 27 de diciembre de 2011

COMENTARIO SOBRE "LA MUSA. NOVELA DE UNA OBSESION", POR EL ESCRITOR Y PERIODISTA CARLOS AUGUSTO CASAS


“…su sorprendente final, la forma despiadada de reflejar el mundo editorial, la profundidad de personaje principal y lo amena que se hace su lectura, han hecho que destacara sobre las demás.”

Carlos Augusto Casas. ED. Cuadernos del Laberinto.

lunes, 26 de diciembre de 2011

"LA MUSA. NOVELA DE UNA OBSESION" FEBRERO DE 2012


Cuando John Landlord, importante editor, es asesinado de una manera muy parecida a la descrita en un libro que él mismo editó, Harry Goadheart, un escritor de segunda fila y autor de dicha novela, pasa a ser el primer sospechoso de la policía. Circunstancia que no impide que Claudia, su agente, con la que mantiene una relación turbulenta, se ponga en marcha y reedite la obra, lo que hace que Harry se haga famoso.
Sandra, lectora de las novelas de Harry, y Troy, son los detectives encargados del caso. Harry encuentra en Sandra una fuente de inspiración, y parece no importarle demasiado ser el centro de la investigación.
Al confirmar la policía la coartada del escritor, fascinado con Sandra, se crea un vínculo entre ambos; turbio peligroso y secreto, al no cesar los asesinatos tras la edición de cada libro de Harry.
Mientras el escritor nos describe una sociedad guiada por el morbo de conocer de antemano los horribles hechos que se irán sucediendo, se entreteje un oscuro final, dejando al descubierto los deseos, miedos y secretos de los personajes, donde se mezclan ficción y realidad.
         “La musa. Novela de una obsesion." es una novela negra enmarcada en la sociedad actual, sin la cual no tendría sentido. Nos habla sobre las motivaciones, los deseos, el miedo y la muerte. Trata sobre el miedo a morir, y la visión que tiene la gente sobre ello, el miedo hacia los que nos rodean, los deseos incontrolados y las motivaciones que nos llevan a hacer cosas que, en un principio, creíamos que no seriamos capaces de hacer. Describe a una sociedad, la nuestra, que consume realidad como si fuera ficción, y al encontrar en la verdadera ficción la realidad, llevan a la cima al escritor capaz de proporcionárselo, sin pensar en las consecuencias.

Autor: Enrique Cabrera Cebrero 
Publicación: Febrero de 2012. Ed. Novum.